Se habla de cifras récords del cine chileno este 2014. Cerca de 40 estrenos en lo que va de año (antes eran 30 a lo más), sumado a la inédita presencia en salas comerciales debido a cruciales acuerdos que garantizan dos semanas en cartel. Pero ¿dónde está el punto medio del cine chileno?
Una parte de los títulos estrenados este año son notables documentales como "El huaso" (de la necesaria iniciativa MiraDoc) y producciones de ficción clasificables como "cine arte" o "cine de autor", algunas herméticamente manufacturadas que caben como anillo al dedo en el fichaje de festivales extranjeros. De espaldas al público, muchas son películas que buscan ser el trabajo de un autor y tener la lucidez de consagrados como el iraní Abbas Kiarostami y que, predeciblemente, no responden en la taquilla.
Si por un lado este año tuvo la marca de filmes "inasibles" para el espectador promedio, pero con aristas de interés, como "El árbol magnético", "I am from Chile", "Hembra" o "Partir to live" -experimentos que, claro, tienen su derecho a existir-, por el otro lado hay una variante extrema: un cine comercial de capitalismo salvaje, que responde a variables del mercado. Las dos entregas de los hermanos Badilla, "Mamá ya crecí" y "Maldito amor" -"infomerciales" de larga duración (repletos de placement)-; "Videoclub", el fallido filme gore de Pablo Illanes, o el traspaso de la TV al cine con "Fuerzas especiales" (la misma fuente del éxito de las películas de Kramer en años previos), son intentos con el signo peso por delante para conquistar audiencias, dejando de lado las exigencias del consumidor por un cine chatarra bien hecho. Y claro, tienen también su derecho a existir.
Pero ¿dónde está el punto medio? ¿Ese tipo de películas con ideas bien ejecutadas y que pueden generar la identificación con el chileno del 2014? "Matar a un hombre", de Alejandro Fernández y "Aurora", de Rodrigo Sepúlveda, se han hecho cargo de casos palpables del Chile real: un padre se toma la justicia en sus manos y una mujer quiere hacer justicia y darle dignidad a una guagua muerta sin derecho a un nombre. Se acercan a esa zona que puede generar comunicación con la gente, que tan bien supo calibrar Andrés Wood con "Machuca", o los filmes "Gloria", de Sebastián Lelio y "No", de Pablo Larraín. Y que en Argentina tiene exponentes como Damián Szifrón y su "Relatos salvajes".
Es mezquino hablar de cifras, sin duda. Monetizar resultados es superfluo, pero ¿dónde están las historias de los endeudados? ¿De las marchas? ¿Del chileno promedio? El punto medio no existió este año en el cine chileno. Es una planicie que nadie parece apreciar en la burbuja del ombliguismo.