Entre la queja ostentosa de Julio Barroso y la tímida hidalguía de Emilio Rentería hay una distancia sideral de forma de proceder y profundidad de contenido de las que el defensa colocolino y sus compañeros debieran sacar enseñanzas.
Desde el momento en que fue objeto de insultos y gestos reprobables, Rentería no exageró algún detalle grosero como tampoco abultó el episodio para sacar ventaja deportiva.
Durante su consignación de hechos no han aparecido imaginerías, datos incomprobables, figuras fantasmagóricas, entelequias malignas o conspiraciones colectivas. El aludido se ha ceñido estrictamente a lo que vio y escuchó: burlas racistas provenientes de hinchas de O'Higgins con esbozos de desarrollo antropoide.
Posiblemente, ante la inusitada demanda mediática, el jugador venezolano se vio obligado a tener que dar más explicaciones públicas que las que quería dar o correspondían por un incidente aislado en nuestras canchas, acciones que tampoco hay que explotar profusamente para no advertirle a los fanáticos descerebrados que podría generar reacciones violentas si es que lo transforman en tendencia.
Cada vez que Rentería habló, nunca cayó en la tentación de extrapolar una crítica a nuestra inocultable intolerancia con los negros, sobre todo cuando son rivales, o de pontificar por cómo debiésemos evolucionar como para de verdad conducirnos como país en desarrollo.
Quizás, para su desgracia, también debió aceptar invitaciones de autoridades que más que solidarizar o exponer vergüenza ajena, fueron motivadas para obtener cierto beneficio de imagen pública. Rentería, sin embargo, a todo lo que hizo (o ha hecho) no le ha agregado una pizca de cálculos propios ni objetivos aviesos.
El delantero de San Marcos de Arica ha dado, procediendo solo con sensatez, comprensión y honestidad, una clase sencilla de cómo conducirse correctamente en un tema espinudo para nuestra sociedad, sin victimizarse ni capitalizar sobre su condición de agredido.
Los estilos de Julio Barroso y Emilio Rentería para afrontar sus circunstancias dejaron traslucir la naturaleza de sus voluntades. Y si bien puede que no sean comparables los dos por su origen ni por su destino, cuando les tocó elegir su función en el espectáculo, Barroso optó por arrojar la basura sin importar donde cayera, mientras que Rentería prefirió limpiarla desde donde viniera.