En su primera entrevista como directora ejecutiva de TVN, Carmen Gloria López dijo a revista Sábado que llegaba dispuesta a cuestionar todos los paradigmas de la TV. Esta semana acaba de romper uno: dejó de emitir una teleserie nacional a las 20 horas, una tradición de más de dos décadas.
La salida de "Caleta del sol" de su espacio original no solo tiene que ver con los malos resultados de rating . Tampoco es por la escasa química que el trío protagónico de Arregui, Melo y Vivanco tienen para ofrecer y, menos aún, es por la nula creatividad del área dramática, antes liderada por Alex Bowen, que reversionó lo que a Vicente Sabatini le daba resultados en 1996 ("Sucupira").
Parte del fracaso de "Caleta del sol" también se explica por lo que jalonó el cambio de horario de "Valió la pena", del 13, una semanas atrás: el insólito fenómeno de audiencia que vive Mega, a partir del éxito de las teleseries nocturnas turcas, y que el debut de la nacional "Pituca sin lucas" vino a sellar desde su debut.
Pero la actual crisis de TVN es histórica, porque es más profunda que el cuestionamiento paradigmático de una sola tradición. Que el canal público de Chile mantenga una sintonía de solo un dígito a lo largo de todo el día tiene que ver con una clara pérdida de sintonía, no solo con las audiencias sino también con su misión de canal. No se explica de otra manera que su noticiario, su huella digital, se haya desplomado en estos últimos días hasta el cuarto lugar.
Lo que Carmen Gloria López no dijo directamente en esa entrevista -quizás por corrección política o buena educación- es que hoy TVN sufre las estresantes consecuencias de los traumas vividos durante el período anterior.
Con la llegada del gobierno de Sebastián Piñera, y la instalación de Leonidas Montes en la presidencia del directorio y de Mauro Valdés en la dirección ejecutiva, al canal le tocó enfrentar el éxodo masivo de ejecutivos, movidos por la tentadora oferta económica del naciente canal de Luksic, el nuevo 13, y por el incierto futuro que tendría la señal pública ante el recambio político del país. Las presiones políticas ante la cobertura de las marchas estudiantiles y el estreno de la serie "Los archivos del cardenal" fueron señales evidentes de intentos de intervención.
Luego, ante la defensa de la autonomía que se logró en estos episodios, el gobierno instaló a un segundo presidente del directorio, Carlos Zepeda, hombre con línea directa a La Moneda. Sin embargo, hubo dos fatales imprevistos que marcaron su gestión: un cáncer minó su salud al punto de llevarlo a morir y, en el intertanto, se vivió una tragedia interna que hasta hoy es imposible superar: la muerte de un equipo periodístico liderado por Felipe Camiroaga -el más querido animador de la TV- en un accidente aéreo. La señal trató de salir adelante contratando rostros por doquier -Viñuela, Conserva, Castell-, como si la suma de todos ellos lograra llegarle apenas a los tobillos del cariño que despertaba el que se fue.
La última etapa de la administración de Mauro Valdés, la más devastadora en términos de proyección, fue la llegada de Mikel Uriarte al directorio, un operador político activo, que mandó a poner seis televisores en su oficina y que se enfrentó a la dirección ejecutiva en cada una de las áreas donde tenía poder de decisión. La más clave: la contratación de altos ejecutivos y talentos de la estación. Así, María Eugenia Rencoret vio que su contrato no fue visado y partió con su equipo de teleseries a Mega, donde triunfa hoy. Así también, dicen cercanos a Valdés, nunca logró consensuar un nombre para presentar al cargo de director de programación que se mantuvo vacante por 8 meses, haciendo que la mirada de largo plazo, la estrategia televisiva, cediera paso a la simple pero eficiente flotación que un comité programático realizaban en el día a día, y que mantuvo al canal en un segundo puesto hasta que Valdés se fue.
Y ahora es el turno de Carmen Gloria López y de Ricardo Solari, en la presidencia del canal. Si hubo dolo o negligencia en lo que antes pasó, es una historia que algún día sus protagonistas debieran contar. En lo inmediato, López-Solari deberán saber sanar cada una de los traumas que el canal vivió-y sobrevivió- aprendiendo que ni las presiones políticas, ni las medidas parches, ni la focalización en el día a día le permitirán al canal resurgir y reconectar con su audiencia más valiosa: todo un país.