La efectividad de un relato, la manera como logra desencadenar las actividades y reacciones emotivas que encerramos en el término recepción depende de variados factores, entre ellos la actitud del lector, las circunstancias de la lectura y otros, pero sobre todo de la manera como las voces responsables de la narración se las ingenian para mantener un contacto continuado y permanente con sus destinatarios. Las imágenes laboriosamente construidas en un buen relato se ven afectadas cuando en el discurso narrativo se producen ciertas interrupciones -cortocircuitos podríamos decir- provocadas por detalles advenedizos que llaman la atención del lector y provocan por algunos momentos el distanciamiento de lo que lee. Dos breves y ciertamente meritorias novelas recién publicadas son un buen ejemplo de lo que escribo.
El juego de las circunstancias es una novela de crímenes, policial en el amplio sentido de la palabra, con que su autor, el médico Humberto Reyes Budelovsky (1934), incursiona por primera vez en el campo de la ficción después de publicar numerosos trabajos en el área de su especialidad. Dos gemelos son separados en sus cunas poco después del golpe militar de 1973. Uno de ellos permanece en Chile al lado de su madre; el padre y su amante, militantes de ultraizquierda, se exilian con el otro en Rumania. Con el paso de los años, el primero se convierte en técnico informático y el segundo, con el nombre de Radu Lopescu, ingresa a los servicios secretos rumanos y posteriormente llega a ser un ladrón de alta escuela al servicio de secretas y poderosas organizaciones delictuales internacionales. La intriga se inicia cuando el destino los reúne en Santiago con motivo del asalto a la joyería Estefanía del Parque Arauco. A partir de ese episodio, el narrador despliega las peripecias sobre un escenario que abarca ciudades de Chile y el Viejo Mundo, sosteniéndolas sobre una serie de encuentros azarosos que justifican el título de la novela. Pero la entretención que sin duda produce el relato se debilita de vez en cuando debido a que la voz narrativa tiende a introducir observaciones melodramáticas, o también patriarcales, que el lector no esperaría de un narrador que cuenta una historia de este tipo. Radu es un delincuente internacional definido como "un hombre endurecido por la vida": no encaja en su personalidad que llame a su madre como "mamita", o verlo en alguna escena "fundiendo sus lágrimas" con ella, o que en otra se espante ante las crueles decisiones de su compañero de delito.
Suelta , de Mario Valdovinos, es una narración también breve, casi un cuento largo, llena de la agilidad e ingenio que exhiben otros relatos del autor. Podría leerse de una sentada si no se produjeran de vez en cuando ciertas contradicciones que, al igual que en el texto anterior, detienen la lectura y distancian del mundo imaginario. En este caso, sin embargo, tales pausas no obedecen a la naturaleza de la voz narrativa, sino a tenues disimilitudes entre la manera como el texto es presentado y el aspecto que en algunos momentos asume su discurso. Suelta está compuesta por varios correos electrónicos que Colombina Palomino envía a su abuela anciana. Tal como sucede, según recuerdo, en Post Humo , la novela nos enfrenta así a dos opuestas configuraciones de la existencia femenina. La abuela representa una forma de comportamiento y comunicación tradicional, dominada y enmarcada por el poder masculino. Colombina se delinea como una muchacha que vive los ideales, las esperanzas y temores de cualquier mujer, pero que se enfrenta a ellos desde la libertad que le otorga su juventud y la conciencia de su identidad. Pero la empatía que produce el ingenio y la chispa del lenguaje de la tribu con que escribe sus e-mails se debilita a ratos por el simple hecho estilístico de que Colombina asume a veces una actitud dialógica inadecuada con la forma textual que utiliza.
¿Hurgar demasiado? Quizás. Pero en ambos textos el proceso de la lectura se interrumpe.