Viendo cómo la historia de "Perdida" (Gone Girl), el nuevo filme de David Fincher, va desplegándose ante nuestros ojos, uno a ratos se pregunta si acaso no le están tomando el pelo. ¿Cómo es que el director de "Zodiac" y "La red social" -dos de los mejores filmes estadounidenses de la última década- puede estar interesado en un culebrón como este? Porque no nos engañemos, la intriga de Nick Dunne (Ben Affleck), un dueño de bar que regresa a su casa solo para encontrar que su esposa Amy (Rosamund Pike) ha desaparecido sin dejar rastro y que él es el principal sospechoso, es la clase de material con que se fabrican muchas teleseries y, de paso, unos cuantos best sellers de misterio. Pero descalificarla por su origen sería apurar demasiado la marcha.
Fincher es un formalista al que le gusta crear superficies perfectas solo para trabajarlas desde fuera hacia dentro, zambulléndose hasta el fondo, y ese es el camino que sigue al adaptar el libro superventas de Gillian Flynn (quien también oficia de guionista en la película). Era una estrategia que el cineasta ya había seguido con su película anterior, "La chica del dragón tatuado", pero en esa ocasión la dificultad estribaba en luchar con toda la pasión que millares de lectores habían puesto en cada libro de la saga "Millennium". Así, era imposible estar a la altura. En "Perdida", en cambio, los personajes son un vehículo mucho más liviano y fácil de cargar en términos de contenido: Nick y Amy, la pareja perfecta cuyas trizaduras solo se vuelven evidentes en la medida en que los observamos de cerca: un esposo que no parece realmente desesperado por encontrar a su esposa; ella -a quien vamos conociendo en retrospectiva, gracias a las entradas de un diario- aparece como alguien repleto de dudas, trancas y temores, muy lejos de la fantástica rubia al lado de su media naranja.
Ambos son el tipo de personajes con los que cineastas como David Lynch han construido toda una carrera: figuras con un lado opaco, que al momento de revelarse ante los otros emergen incognoscibles; pero las convenciones del género le permiten a Fincher ir un poco más allá, al sugerir que incluso esas fisuras pueden ser prefabricadas. Que detrás de estas en realidad no hay nada más que una furiosa lucha de poder entre hombre y mujer, tratando de tomar la sartén por el mango, de someter al otro como sea. De los dos, Nick es quien saca la peor parte, ya que queda al centro del circo mediático orquestado en torno a la desaparición de esta "chica perfecta", que incluso en su infancia había inspirado "Amazing Amy", una famosa serie de libros infantiles escrita por unos controladores padres. Mientras todos observan al sospechoso, durante un largo trecho estamos obligados a seguir a Amy a través de recuerdos y memorias que parecen demasiado perfectos (como si hubiesen pasado por la mano de un editor), al tiempo que la policía va recogiendo una prueba incriminatoria tras otra (como si hubiesen sido dejadas en su camino, cual miguitas de pan). Es pasada la hora de metraje que se hace la revelación que encamina todo hacia el clímax -no me pidan que se las cuente, les arruinaría la diversión-; pero para entonces ya está claro que la energía que mueve el relato es una que rara vez se asoma en los filmes de pareja, porque si lo hiciera asfixiaría a su audiencia: la necesidad casi animal de aferrarse al otro, de controlar, de atraerlo como si fuera tu presa a ese abrazo (cuasi mortal) que une a marido y mujer.
GONE GIRL
Dirección de David Fincher.
Con Ben Affleck y Rosamund Pike.
Estados Unidos, 2014, 149 min.