Una vez más, el uruguayo residente en Chile Pedro Tyler demuestra las posibilidades creativas de un mismo objeto. En este caso, la huincha de medir metálica. Esta emerge, así, ya como cinta flexible plegada u ondulante, ya como cinta rígida de acero. En uno y otro caso, las distintas clases de señalización medidora otorgan, sobre el gris del soporte metálico, finas coloraciones a cada trabajo. Al mismo tiempo, las diversas construcciones propuestas se rigen por la geometría, alcanzando a materializar un vasto repertorio formal y expresivo. Hay en Galería Isabel Aninat, entonces, desde el minimalismo de La distancia -cuatro filas de rectas en rítmicas sucesión- hasta la opulencia barroca de Principi y fin con el cromatismo acá más vibrante. También hallamos una miniaturización de joya -Un grano de arena-, cuya proyección oscura la engrandece delicadamente. O la magnitud de un transparente cubo enrejado y aire arquitectónico. Por su parte, el amplio relieve Omega parece flotar sobre el muro, subrayado asimismo por su propia sombra. Otra escultura mural, el amarillo Enlace simple, resulta más intimista. Menos atrayente nos parece la cadena giratoria Aún de pie, casi un mantra sonoro, ya que su mérito mayor pareciera residir en el sonido sugerente del tubo de acero giratorio, al resbalar sobre el suelo. Todas obras de 2014, de cada una de ellas Tyler ejecutó tres replicas, además de las pruebas de artista respectivas.
Ambigüedad de la espera
Una reflexión, al mismo tiempo desilusionada e irónica, sobre la soledad del hombre contemporáneo emprende el holandés Erwin Olaf, en el Museo de Arte Contemporáneo de Quinta Normal. Y la lleva a cabo mediante fotografías y filmaciones de una especial perfección formal. Reflejan ellas usanzas, sentires, anhelos de un mundo opulento y de personajes glamorosos. Pero bajo esa superficie reluciente bulle la incomunicación de una humanidad sin esperanzas, mirada con el humor acerado, amargo de la experiencia propia. Acaso el embellecimiento de los escenarios -en todo momento, interiores- y sus habitantes constituya una ilusión apaciguadora, un escape del verismo implacable de los hechos recordados. Cada video, cada lámina posee, además, una fuerte carga psicológica, capaz de ampliar la hondura expresiva de este excelente narrador visual.
Particular intensidad anímica consigue con aquellas escenas donde la ambigüedad del relato se materializa en el tema de la espera. Tenemos así, por ejemplo, la foto del joven cuyo rostro no vemos: sentado, tuerce su cuerpo hacia una puerta cerrada. Entre los filmes de esa clase destaquemos la cena familiar -Lluvia-, a cuyos mudos participantes feroces les basta la mirada para hablarnos nada más que de sí mismos. O el silencio de las dos mujeres -Pena- que, en tensión extrema aguardan con nosotros que algo suceda. Los habituales tópicos negativos sobre la familia se cumplen, pues, una vez más: despotismo, envidias, costumbres inveteradas, aburrimiento, egoísmos. Mucho más soterrado despliega el comentario social Amanecer y anochecer. Nos entrega este trabajo fílmico el contrapunto entre dos hogares paralelos e igualmente adinerados. Uno de blancos, de negros el otro. Mejor parada sale la visión de la escuela. Si bien se la considera una máquina de disciplina férrea, se admira la ecuanimidad de los profesores duros. Junto con concretar similar idea, otra fotografía -La sala de clases- proporciona uno de los instantes con mayores posibilidades de interpretación dentro de todo lo exhibido.
Tampoco faltan en el conjunto visitante ejemplares de la más intensa hilaridad. Eso sí, sin dejar de lado la crítica demoledora de la burguesía desorientada. Anotémoslos a través de cada uno de los intermediarios empleados por el autor. Los hallamos en los que encarnan el deseo de aparentar belleza física, tanto masculina como femenina. El tríptico dedicado al hombre lo patentiza, en tres etapas, según sus pretensiones, según la realidad y según su futuro inmediato. Dos mujeres protagonizan el desarrollo del video El último grito que hasta su final mantiene en vilo nuestra curiosidad. Como siempre en Olaf, los videos logran equilibrar con maestría la longitud temporal.
El mismo MAC ofrece la instalación y las serigrafías -Muda- del período 2012-2014, de Francisco Sanfuentes. Son la interpretación de un lugar físico santiaguino, cargado de significación anímica. Nada más que dentro de poco blanco y muchísimo negro, este conjunto adquiere un trágico carácter funerario, que nos trae, si bien aquí más abstracto, el recuerdo de Boltanski, el conocido artista francés. Esa asociación se hace presente, sobre todo, en el muro de ladrillos con cajas de acero, apenas alumbrado por ampolletas colgantes del techo.
EXTENSA
Tyler y las capacidades constructivas de la huincha de medir
Lugar: Galería Isabel Aninat
Fecha: hasta el 9 de noviembre
EL IMPERIO DE LA ILUSIÓN
A través de fotografías y videos del holandés Erwin Olaf, la soledad del hombre actual
MUDA
Un lúgubre muro de acero como simbólica evocación
Lugar: MAC de Quinta normal
Fecha: hasta el 9 de noviembre