"Acceso", de Pablo Larraín y Roberto Farías, retoma dos rasgos del teatro clásico: funda su efectividad en la actuación y se basa en hechos que han impactado a la sociedad. Roberto Farías, crea un personaje real y poderoso, Sandokán, un vendedor de "micro" que tiene un arte expresivo popular, gracioso y agresivo. El acceso a la educación es tema central en el debate político nacional y los abusos a menores han sido llevados a la justicia.
Cómo ve Sandokán este "acceso", acceso a qué y por qué medios, es el tema de la obra. El espacio que crea y su estructura teatral son definidos y eficaces. Su desarrollo tiene dos instancias, el personaje vende productos que ofrece a precios de oferta y cuenta cosas que le han pasado. Dos temas, dos ritmos que se entremezclan.
Sandokán vende la "la hermosa Constitución Política de Chile, donde se dice que "toa persona nacida en tierra chilena, tiene derecho al asseso". Y de allí pasa a aludir "a la torturación, los atropellamientos a los desechos humanos, la capitalización, la desasesación... lo sinominal, una persona puede votal por una persona y esa persona a las finales no va a ser esa persona...". Sandokán deforma y lo mezcla todo, pero sabe bien lo que dice.
Al alternar lo que vende y su propia experiencia, nos dice que su padre está preso, que su madre se fue con otro, y que él quedó solo con su hermanita. Después tuvo una polola, "la Yenifer, que tenía un pequeño retaldo mental no mah" pero era bien bonita. El papá casi la mató cuando supo que ella estaba esperando guagua, para defenderla tuvo que darle sus "puñalás". Lo condenaron, pero él qué iba a hacer. Lo mandaron al Sename y allí estuvo con cabros que lo discriminaban porque él no tenía más que esa defensa propia, y los otros sí habían robado y estaban bien metidos en la delincuencia.
Tuvo un encuentro con Dios gracias a lo curitas que los recogían del Sename. Los trataban "con amor", demasiado, y por agradecimiento, hacía cosas que no le gustaban, pero se fue acostumbrando. Después tuvo tíos que lo llevaron a comer pizzas, le dieron ropa, tuvo "aseso" incluso a bañarse en piscinas y ahí lo pasó harto bien. Tanto que hasta llevó a su hermanita para que ella también pudiera tener "aseso" a todas esas cosas buenas. Y cuando se inició una investigación sobre abusos y esos tíos fueron llevados a la justicia, él no estaba de acuerdo; ellos han sido los únicos que le dieron las cosas que quería; el Sename, los carabineros, "la Usía" no le han dado nada. Es terrible lo que dice, pero es una perspectiva que deben compartir muchos muchachos en su situación.
Elemento central de la estructura teatral es el espacio. El escenario se convierte en una de las micros amarillas, allí se sitúa parte del público en asientos separados por un pasillo central iluminado escasamente por una línea de fluorescentes que se prenden y se apagan, tal como era en esas "micros". Allí Sandokán se mueve con ese andar inseguro de quienes sobreviven en la marginalidad. A ratos su mirada, sus palabras pasan a ser amenazantes. Percibimos que su palabra es, como la describe Pablo Larraín, un "verbo de rabia y sobrevivencia producto de una falta de acceso a la educación y que implica una enorme confusión".
El Teatro La Memoria no es solo el lugar donde se realiza la obra, es el "alma mater" para Pablo Larraín. En sus Talleres de Dirección Teatral con Alfredo Castro adquirió una nueva perspectiva de lo escénico. La obra misma nació del interés que despertaron en Pablo Larraín y Alfredo Castro las improvisaciones que hacía Roberto Farías durante descansos en la filmación de la serie "Prófugos" en San Pedro de Atacama el año 2012. El texto actual es una decantación de horas y horas de improvisaciones de Roberto Farías sobre temas propuestos por Pablo Larraín y que él posteriormente procesó.
En su parlamento final Roberto Farías se dirige directamente al público en el duro y soez lenguaje de Sandokán. Con toda la rabia de su personaje nos dice que somos unos "cuicos" que nunca hemos tenido hambre y nos llena de improperios. Después de un instante de paralogización, el público prorrumpe en un aplauso sostenido, largo y de pie. Es que hemos asistido a una actuación de fuerza excepcional, convincente, llena de vida y lo que hemos visto, lo percibimos como una verdad lacerante, que hay que cambiar.
"Acceso"
Puesta en Escena:
Pablo Larraín.
Dramaturgia:
Roberto Farías y Pablo Larraín.
Hasta el 18 de octubre.