"Le marteau sans maître", de Pierre Boulez (1925), es una de las obras más complejas que se han escrito nunca. Desde su estreno, en 1955, el mismo compositor ha tenido tiempo y espacio para explicar varias veces la manera en que está pensada, a partir de las relaciones con la poesía surrealista de René Char y de un método que regula alturas, duración, dinámicas, pero que no se sigue siempre a rajatabla: las decisiones quedan subordinadas al sonido, a la expresión, a la emoción, a la música. Además, Boulez ha dirigido y grabado esta pieza seminal varias veces, clarificando sus intenciones.
Aun así, escucharla en vivo es tan infrecuente como gratificante, y por eso hay que relevar el enorme esfuerzo artístico del Taller de Música Contemporánea de la UC y su director, Pablo Aranda, que dedicaron meses de ensayos para el concierto que ofrecieron el martes en el GAM. Karina Fischer en flauta; Gerardo Salazar, Simone Caiafa y Tomás Moreno en percusión; la mezzo Nancy Gómez; Luis Orlandini en guitarra y David Núñez en viola mostraron su extraordinario nivel y fiato al servicio de una interpretación comprometida y sentida. La obra sigue siendo un desafío mayor al talento, la pericia y la valentía de los intérpretes, y también a la concentración de los auditores: la poesía de Char se canta, se recita y se comenta instrumentalmente, y cada parte se mueve con aparente independencia, pero el resultado final es una muy atractiva trama puntillista, cuya escucha atenta se recompensa con sentido musical, ya certero, ya intuido. El último de los nueve movimientos es una suerte de repaso y compendio de lo que se ha escuchado, y encontró a los intérpretes y al público en auténtica comunión. (Los mismos músicos repetirán esta obra en el Festival de Música Contemporánea de la UC, el martes 11 de noviembre.)
El concierto había comenzado con dos ciclos de canciones - Sechs Lieder Op. 89 y Sei ariette Op. 95- de Mauro Giuliani (1781-1829), a cargo del tenor Rodrigo del Pozo y el guitarrista Luis Castro. La naturaleza muy distinta de estos conjuntos de canciones -sobrio y escrupuloso uno, alegre y elegante el otro- sirvió para que Del Pozo mostrara la versatilidad de su registro -distinto al que lo ha hecho famoso como un extraordinario narrador en pasiones y oratorios-, y Castro estuvo impecable con su guitarra romántica. Puede que la combinación de Giuliani y Boulez en un mismo concierto parezca rara, pero sendas voces y guitarras también recompensaron con sentido.