Tuvimos la fortuna de ser invitados a la XXIV Bienal de Arquitectura de Colombia, organizada por la venerable Sociedad Colombiana de Arquitectos, gremio que celebra sus 80 años de existencia. Nuestra comitiva fue acompañando una muestra de obras de arquitectura chilena reciente, como retribución a la excelente exposición colombiana en nuestra última bienal nacional. La bienal colombiana tuvo lugar en la ciudad de Bucaramanga, pujante capital de la montañosa región de Santander, hasta donde llegaron centenares de arquitectos y estudiantes desde todos los rincones de ese vasto país. Es un evento con características de congreso, donde concentrados en un par de días ofrecen charlas, ante auditorios repletos, los arquitectos ganadores de las respectivas categorías disciplinares que abarcan proyectos arquitectónicos de diversas escalas y programas, diseño urbano y paisaje, vivienda social, investigaciones y publicaciones. De entre estos ganadores, un jurado -esta vez presidido por el chileno Cristián Undurraga- elige el premio nacional del período.

Con formato de congreso y en una ciudad distinta de la capital, pensado más para el gremio y estudiantes que para el público en general, nuestros días de bienal fueron de intensa interacción con los arquitectos de varias generaciones que le han dado enorme prestigio a la arquitectura colombiana. Estaban presentes algunos de los próceres internacionales, como Carlos Campusano, Germán Téllez, Germán Samper y Konrad Brunner, nieto del urbanista Karl Brunner que dejó tan importante marca en las ciudades chilenas a mediados del siglo 20. Frente a la multitudinaria concurrencia de jóvenes, estos arquitectos hablaron apasionadamente sobre temas que a nosotros, los chilenos, nos parecieron tan familiares como urgentes: de cómo hacer frente al crecimiento inorgánico de nuestras ciudades producto de una carencia de planificación que permite que las fuerzas del mercado se hagan cargo, sin riendas ni propósito, del desarrollo urbano; de cómo devolver a la arquitectura su sentido fundamental de transformación social y generación de belleza; de cómo convertir los intereses comunitarios en intereses públicos.

El lema de esta bienal fue "Arquitectura por la Reconciliación", aludiendo a las décadas de conflictos políticos y sociales que le han costado enorme sufrimiento a Colombia, y que ahora parecen comenzar a resolverse. Pero el concepto de reconciliación también alude a un problema histórico que compartimos muchos países americanos: el de la flagrante inequidad en la provisión de oportunidades, de vivienda digna y salubre, de ciudades amables que promuevan la convivencia y el bienestar social. Un lema honesto y valiente que nos invita a reflexionar, en cualquier país de la región, como profesionales y como ciudadanos.