Si la entrada de los empresarios multimillonarios al mundo de la TV fuera un formato de reality show , claramente la primera temporada habría terminado con la elección presidencial de Piñera en 2010. En este segundo ciclo, con Andrónico Luksic y Carlos Heller como los competidores fuertes, estamos justo en el momento en que después de pasar una gran prueba de habilidad, ambos deben enfrentar las opiniones de los jurados que decidirán si pasan a la final.
Lo primero que les dirían -probablemente el moderador del show- es que ambos son hombres exitosos, que han contribuido enormemente al desarrollo de un país y que como otros multimillonarios de esta y otras latitudes tienen la legítima opción de hacerse de un medio de comunicación tan masivo como es la televisión. Pero agregará, con tono suspicaz, que en esta aventura ha sucedido lo que ellos menos esperaban: ver expuesta su propia identidad.
Luego, el jurado que tomaría la palabra sería el más cerebral, el más frío y radical. Le diría a Luksic que su opción de comprar un canal como el 13, con una audiencia de segmentos ABC1 fuerte, es una muestra de su ambición por influir desde las élites, en la sociedad. Pero le enrostraría que el riesgo de esa apuesta fue que finalmente estas influyeron en él, pues al poner al aire programas o reportajes que hirieron susceptibilidades u originaron demandas, él lo manejó cambiando ejecutivos una y otra vez, causando un deterioro en la pantalla, en el liderazgo interno y en la percepción del público sobre lo que su canal es. A cambio, juzgaría con su opinión a Heller diciendo que su opción por Mega era más facilista, pues contentar a un público más popular no tiene tanto riesgo como que el que tomó su contendor.
El segundo jurado en intervenir, seguramente, sería la mujer, la que siempre sientan al medio y que tiene como misión aportar -además de, ojalá, belleza- algo de dulzura y coquetería a la opinión. Ella le diría al empresario de Quiñenco que lo primero que la impresionó fue la bravura con que entró al mercado televisivo, levantando ejecutivos a otros canales, pagando sumas siderales y rompiendo reglas del hasta entonces fair play . Luego se declararía "seducida" por lo "misterioso" de su personalidad, ya que nunca lo ha escuchado hablar a fondo sobre qué es lo que quiere él para su canal; y que, por lo mismo, se sentiría tentada a darle otra oportunidad ahora que parece iniciar otra etapa cambiando, nuevamente, la dirección ejecutiva de la estación. A Carlos Heller, a continuación, y para darle ritmo dramático al discurso, le haría un guiño de humor. Le diría que la "trastorna" su estilo comprometido y abierto con su canal, que siempre lo ve husmeando tras las cámaras en los matinales y programas de trasnoche de su canal, y que incluso ha sabido que ha prestado su helicóptero personal cada vez que se necesita grabar una escena de la teleserie de su nueva área dramática o viajar a Buenos Aires para comprar los derechos de transmisión de un Mundial. Concluiría diciendo que "ama" su forma de llevarse con la televisión, pero le diría que todo amor debe alimentarse y crecer, quizás, tratando de conquistar nuevas audiencias más esquivas a su estilo popular.
Finalmente, el tercer jurado, el que representa al sentido común -en este caso, al telespectador-, se declararía perplejo por la diferencia de estilos que ambos han imprimido a cada canal. Pero como a él lo que realmente le importa es que lo que se transmita por pantalla tenga que ver con los contenidos de calidad, con las informaciones, las emociones y las risas, más que con las ganancias de un balance final, sentirá que es innegable su tentación de premiar a Heller no solo por reconstruir Mega en este año, sino por haber sabido devolver a su competidor el mismo golpe que él asestó a la industria cuando irrumpió: contratar a Patricio Hernández (ex 13) para ejecutar esa misión. Ahora, como este tercer jurado tiene juicio de realidad, no podrá dejar de reconocer que el último -y dramático- giro del equipo Luksic le puede dar una nueva oportunidad. Por primera vez tiene al frente del canal, en el primer puesto ejecutivo, a un experto en contenidos, a un periodista y no a un ingeniero, economista o administrador. Aunque sea con una carrera forjada más en la prensa escrita que en lo audiovisual, el jugador Bofill sí sabe moverse en el nicho de audiencia que le interesa al controlador. Y eso puede significar una nueva escalada en la audiencia y -terreno más escarpado- en la cultura interna del canal.
Antes de ir al corte comercial, antes de la deliberación, el moderador de este reality se preguntará: ¿Acaso el equipo de Heller se traerá entre manos algo más que su insólita teleserie turca para contraatacar? ¿Quizás "Pituca sin lucas", su primera teleserie nacional, sea la clave para afianzar la delantera? ¿Será el equipo de Luksic, con su nuevo capitán, capaz de resistir en el último lugar más allá de los 5 meses que le dieron a su antecesor? ¿Podrá el 13 disputar el liderazgo que alguna vez tuvo y que el equipo de Heller, con su estilo y público tan distintos, le arrebató? ¿Seguirá Luksic en el juego o quizás venderá a otro su opción? En el mundo de los millonarios, todo puede pasar.
Y yo no me pierdo el capítulo que vendrá.