Cosas que nunca te dije es un acertado título para el primer libro de cuentos de María José Viera-Gallo. Señala inequívocamente el propósito que comparten los relatos y que otorga la unidad del volumen: representar lo que no se menciona, aquello que los individuos conservan secretamente en su interior a sabiendas o no de que tarde o temprano su revelación, o simplemente su memoria, será inevitable. No nos extraña, por lo mismo, encontrar esta expresión, o alguna muy similar, en boca de dos personajes de los cuentos de María José Viera-Gallo en esos momentos decisivos, cuando la necesidad de un auténtico contacto humano pareciera debilitar las defensas que protegen a esas verdades no verbalizadas.
Siete cuentos han sido reunidos en este volumen. En cada uno actúan personajes enfrentados a un límite, a un borde, o a la búsqueda de un encuentro o de una revelación que les permitirá solucionar, o comprender al menos, una carencia, una incomodidad o un desajuste existencial. María José Viera-Gallo ha declarado que el asunto de varios relatos, es decir, el punto de partida del cual nacen sus argumentos, son episodios biográficos. Pero en solo seis de ellos la autora ha sabido, gracias a un buen manejo de las técnicas de composición narrativa y a la construcción con mano segura de personajes convincentes, transformar las situaciones, biográficas o no, en los motivos más característicos utilizados por muchos autores de su generación, hombres y mujeres nacidos en los años que rodean a 1970 o son posteriores a esa fecha. Mediante un adecuado juego temporal de puntos de vista, en el cuento "Zúrich" se presenta el momento crucial en que el destino de una familia de exiliados chilenos en Europa se enfrenta a la alternativa del desastre final o la recuperación del bien perdido. En "El Reino" asistimos a los esfuerzos infructuosos de una madre para cruzar el umbral que la separa del hijo que sufre del mal impronunciable. La orfandad de los hijos del golpe militar es el motivo central del cuento "Lee cada palabra que escribo por encima de mi hombro derecho", y aparece como motivo subordinado en "Composición". En este mismo relato se destruye también el mito de Estados Unidos como tierra de promisión, mientras que asimismo en "Just María" su protagonista narra las peripecias tragicómicas que disfrazan la existencia dolorosa de una joven chilena viviendo ilegalmente en Nueva York. Sin embargo, el mérito principal que descubro en estos seis cuentos es la perspectiva diferente que se proyecta sobre los motivos de dolor utilizados por la generación post golpe. La violencia y la iniquidad siguen presentes, pero ahora se les acorrala con una mirada nueva que se traduce en un lenguaje coloquial, natural y expresivo, donde incluso el humor funciona como recurso de distanciamiento y protección. Los exiliados chilenos llaman a uno de ellos el Calambre debido a las secuelas de la corriente eléctrica con que había sido torturado. María Soledad se autodenomina jocosamente "profesora particular bilingüe" cuando es contratada como niñera en Nueva York.
Desafortunadamente, el cuento que cierra el volumen, "Una novelita muy sentimental" habría exigido cuidadosas revisiones antes de publicarse. El motivo conductor, la búsqueda de un personaje con valor de mito, exhibe un desarrollo titubeante. No convence la construcción de la personalidad del personaje central, la escritora maldita Silvina Arendi, ni nos envolvemos en una trama que zigzaguea con inseguridad hacia un desenlace demasiado cercano a una popular novela de Ian McEwan. El lenguaje de la narradora, una joven profesora universitaria, también confunde al lector debido a su curiosa ortografía ("kiltro" por "quiltro" o "manguarearon") y al uso de anglicismos contaminantes e innecesarios: "bullying", "roomates" o, el peor de todos, "covers". No queda claro si es una parodia del lenguaje urbano chileno en la época de la aldea global o un deslizamiento en el texto del lenguaje de su autora. En cualquier caso, me es difícil imaginar los "covers" de Violeta Parra.