Flechas y manzanas resultan los actuales héroes de la chilena Aymara Zegers-Anouilh. Con ellos logra dominar la extensa sala principal de Galería Patricia Ready. Ambos protagonistas, sin embargo, mantienen entre sí el vínculo particular de agresor y agredida. Y si de manzana atravesada por flecha se trata, la asociación con Guillermo Tell, el gran patriota suizo, se vuelve inevitable. No en balde la expositora nació en ese país europeo. Pero limitémonos a lo que la exhibición ofrece. Podemos establecer un recorrido a través de ella. Para comenzar tenemos la verde fruta natural, intacta, colocada en caja broncínea que simula un minimalista escenario teatral que la enaltece. Como esta, libres de agresión, se muestran ocho colgantes manzanas reales, encapsuladas dentro de una masa de transparente vidrio trizado; parecen manifestar el anhelo de eternizarlas.
Después de esas clausuras sigue la acción de las flechas de bronce. Constituyen una serie de variaciones, distribuidas en tres grupos, donde hallamos una fundamentación geométrica capital. El arma destructora, además, siempre conserva en su longitud jirones del cuerpo de su víctima. Más allá de esto, lo que cambia es la relación física entre los dos personajes. Cierto aire renacentista exhala este desarrollo formal de vínculos, de equilibrios espaciales y físicos. Así, ya definen un desarrollo corpóreo de horizontales y líneas oblicuas, estableciendo un triángulo cerrado; ya haciendo de aquella vinculación un volumen piramidal abierto. Destaca aquí el conjunto de trece pirámides murales, en las que las flechas suman a la coloración y textura propias del metal, plana pintura negra que otorga una nueva fisonomía a cada obra. No obstante, a la larga, resulta la manzana el actor principal. Es que ella sufre numerosas y sutiles transformaciones en su substancia misma. De ese modo, se va pudriendo no solo dentro de su condición vegetal, sino también a través de su presencia escultórica mediante el bronce, capaz de igualar el color de la pudrición natural. ¡Y tan bellamente!
La misma galería de Vitacura presenta dioramas, reproducciones gráficas y esculturas de Nicolás Grum. Respecto a las maquetas con sus pequeños personajes tallados en madera y resinas, recurre el autor al realismo del arte popular. Muestra, con sarcasmo un poco obvio, escenas del acontecer patrio que testimonian falsificaciones y fracasos nacionales, desde los años 70 hasta hoy día. De ellos, de lectura acaso demasiado evidente e inmediata resultan la entrega del bando presidencial entre dos presidentes nuestros, dentro de un Parlamento en ruinas, y el enfrentamiento callejero de manifestantes contra un blindado policial. Lo mismo ocurre con el grupo de futbolistas, evocando un penoso incidente deportivo que deja mal a la nación. La verdadera transfiguración creativa la encontramos en la potencia trágica del remolino con aspecto de sangre a punto de coagularse, que se está tragando a un hombre del que solo asoma una mano. Similar cuestionamiento al poder en nuestro país dejan ver las ampliaciones de páginas del Pequeño Larousse relacionadas con Chile. En blanco y negro, esta "La historia oficial" busca complementarse formalmente con los dioramas. Pero lo que sin duda atenta contra la unidad, contra el equilibrio del conjunto expuesto, es la inclusión de las esculturas en cera y cartón, cuya orientación conceptual y estilística se aparta en demasía del resto.
Varias exposiciones está entregando desde fines de septiembre el Museo de Arte Contemporáneo. Esta vez limitémonos a dos. Una corresponde a Ulrike Arnold. La pintora alemana nos propone un grupo de fotografías en colores de su modelo, el paisaje del desierto de Atacama. Y mucho más importante, ofrece telas numerosas -pequeñas o en amplio formato, cuadrangulares o circulares-, realizadas en el mismo lugar y con pigmentos naturales de la tierra atacameña. Se trata de cuadros abstractos, cuyo informalismo y texturas ásperas nos sugiere visiones de desoladas superficies planetarias, vistas desde satélites. La otra propuesta del MAC se refiere a las fotos multicolores del fotógrafo Cristóbal Palma. Integran un nutrido registro de un tema otras veces rescatado, los hoy anticuados caracoles comerciales chilenos. Sin compradores ni vendedores a la vista, se convierten en una especie de saturado mosaico que, incesante, despliega curvas onduladas, ángulos abiertos y rectas horizontales.
El quiebre de los amantes
Aymara Zegers con la manzana natural y sus etapas de pudrición, vertida en bronce
Museo futuro
Dioramas con crítica sarcástica al acontecer chileno, de Nicolás Grum
Lugar: Galería Patricia Ready
Fecha: hasta el 30 de octubre
Atacama: Cielo y Tierra
Ulrike Arnold y sus pinturas abstractas con colores de desierto
Espacio continuo
Rescate fotográfico de nuestros caracoles comerciales, en manos de Cristóbal Palma
Lugar: MAC
Fecha: hasta el 18 de enero de 2015