Es difícil saber si Leonidas Vial Echeverría tiene entre sus prioridades definir su futuro en Colo Colo. Tan difícil como saber si es una de sus prioridades. El director de Blanco & Negro S.A. no es una persona que haga públicos sus lineamientos institucionales con frecuencia, y seguramente por estos días debe andar más preocupado de enfrentar legalmente la sanción por el caso Cascadas, que lo obliga a pagar una multa superior a los 20 millones de dólares por articular irregularmente una serie de transacciones bursátiles.
Como no ha habido una declaración manifiesta de parte de la concesionaria ByN sobre el asunto, la impresión -a priori- es que no hay intención de modificar el cuadro. Incluso, aunque el tema incomode en el debate interno de la mesa directiva, la verdad inocultable es que para el común de los mortales bien poco importa lo que suceda en los meandros de las sociedades anónimas deportivas en tanto las maquinaciones y embrollos de sus directores en el plano extrafutbolístico no afecten la realidad deportiva del equipo o el patrimonio del club.
Otrosí: estatutariamente, la figura para que Vial Echeverría se vaya es compleja. Los accionistas minoritarios, agrupados en la Corporación Club Social y Deportivo Colo Colo, deben sumar al 10% de la sociedad para poder citar una junta extraordinaria y pedir la dimisión del cuestionado corredor de Bolsa. Como no tienen la capacidad para reunir esa cantidad y como no están representados en el directorio de la sociedad porque renunciaron a sus cupos, la salida institucional es una probabilidad muy menor.
La discusión de si Vial Echeverría debe o no irse de Colo Colo se entraba en el ámbito de lo ético, dominio que en el fútbol chileno siempre ha tenido un carácter sorprendentemente laxo. Si sus acciones en el plano profesional involucran la reputación del club del cual es director-accionista-controlador o si se entiende que su quehacer privado está claramente diferenciado de su "perfil público", son disquisiciones que quizás nunca se respondan y queden al arbitrio de cada interesado. Porque, en este caso, el planteamiento es tan importante como la herramienta para llegar a una conclusión. Y el fútbol chileno no la tiene ni muestra intención de tenerla.
En el vastísimo registro de conductas particulares impropias de los dirigentes del fútbol -tanto de los antiguos como de los modernos- pocas veces el prestigio e identidad de los clubes se ha visto profundamente perjudicado. Por fortuna, la naturaleza del fútbol responde a un principio inequívoco: los hombres pasan y las instituciones quedan.