Nos acercamos a una etapa superior del narcotráfico en Chile: al macrotráfico. En los últimos dos meses se capturaron más toneladas de cocaína que en ejercicios anuales. No sabemos cuántas otras pasaron inadvertidas. No se trata del contrabando hormiga, pedestre, ni de bandas con medios limitados: ahora cuentan con tecnologías de vanguardia y cientos de miles de dólares para la corrupción, compra y distribución al por mayor de la cocaína. No se advierten voces de alerta en la sociedad civil, las iglesias, la judicatura, legisladores y gobernantes. Están en otra. Tampoco se consultan planes y recursos sustantivos para enfrentar el escalamiento del narcotráfico. Más atención prestan las autoridades a combatir el consumo del tabaco, las grasas y la sal, inocuos ante los daños de la cocaína. Mientras tanto algunos parlamentarios confunden intentando legalizar la marihuana.
El vecindario tampoco ayuda. Perú y Bolivia son los dos mayores productores de cocaína del mundo. Bolivia, además, se presta para la refinación de la droga peruana y sirve de tránsito de esta y la propia, para Argentina, Brasil y Chile. Tampoco se puede esperar mucha ayuda de Unasur: su secretario general fue acusado de recibir financiamiento del cartel de Medellín. Evo Morales no colabora en este combate: es presidente de Bolivia y de los cocaleros. Argentina es el principal punto de salida de los contrabandos atlánticos de cocaína. Recientemente la Corte Suprema y la Iglesia Católica argentinas, alarmadas, promovieron la atención pública por las gravísimas repercusiones del narcotráfico en la salud, la violencia, la criminalidad y en la corrupción. Chile, como ningún otro país del mundo, está expuesto y rodeado de productores de droga.
La soberanía también está en juego. El descontrol fronterizo que favorece el narcotráfico es evidente. La atención sobre el triángulo interior, escasas hectáreas yermas, punto de partida del límite con Perú, no debe distraernos de la vigilancia de más de 600 kilómetros de frontera con Bolivia. El incipiente plan Frontera Norte requiere ser reforzado sustancialmente, como también la acción policial y judicial en contra de narcotraficantes. Poco se saca con tener las más modernas aeronaves, tripuladas o no, si en tierra no hay captura ni desarticulación de las redes criminales. Habrá que usar todos los medios disponibles: el Ejército no debe intervenir en los operativos en contra de los delincuentes, pero podría aportar sus medios de vigilancia y patrullaje. La Cancillería debe dar mayor prioridad a la cooperación internacional en esta causa. Los aeropuertos, mejorar su risible seguridad. Es indispensable remover los obstáculos judiciales para la expulsión del país de los extranjeros narcotraficantes. Hay mucho que hacer para evitar que se nos enquiste el macrotráfico.