Hay dos lecturas para interpretar la segura reelección de Sergio Jadue en la ANFP.
La amable y la lamentable.
La primera es más o menos obvia, pero no por eso poco sugerente: el actual titular lo ha hecho bien, su muñeca con los clubes es eficaz, la gestión económica ha sido exitosa y los resultados deportivos con la selección, más que positivos. Jadue ha demostrado que es un animal político en el contexto donde puede y debe serlo: el de los dirigentes chilenos, orientados prioritariamente a sacarles rentabilidad a los clubes de los que son propietarios y a conducirse corporativamente cuando se sienten amenazados por un actor externo; y el de los directivos sudamericanos, enfocados en conservar el estatus a costa de enmiendas y concesiones que solo sirven para dejar equilibrados los poderes, y adiestrados casi hasta la infamia para eternizarse en la representación de sus países.
La segunda no es tan visible, por lo mismo, preocupante, y si se quiere, sospechosa: Jadue será reelecto en un escenario donde el debate de ideas resulta imaginario, salvo por las propuestas que el propio proclamado ha expuesto informalmente en sus entrevistas. Planteamientos que sin ser discutidos, tácitamente, fueron aprobados por los 29 clubes que aclamaron su nombre.
Una contienda electoral, por definición, debe tener a lo menos dos actores. Dos posiciones que sin ser insalvables o totalmente contradictorias, manifiesten diversidad de principios, criterios, modelos o prioridades. Cuando no hay oposición, algo anda mal por más que el estado de aparente consenso indique lo contrario. Es impensable sostener que en el fútbol chileno -a excepción de O'Higgins, Temuco y Santiago Morning, que hasta ahora "disienten" solo por su inasistencia a la proclamación- los demás coincidan, por ejemplo, en temas como la repartición de dinero, la programación y el formato de los campeonatos, la excesiva valoración de la selección adulta en desmedro de los clubes, la compra del Canal de Fútbol, el número de jugadores extranjeros, la contratación de los equipos técnicos de las selecciones juveniles, las clasificaciones a los torneos internacionales, la administración del Instituto Nacional del Fútbol.
Salvo por el desparpajo, inconsciencia e hipocresía con que han enfrentado la seguridad en los estadios, puedo apostar que todos los clubes no están particularmente recorriendo la misma vereda.
Sergio Jadue no es culpable de que sus opositores casi no existan o que los cuestionamientos a su gestión se hagan solo en circuitos internos y muy solapadamente. Aunque sería interesante cuantificar el esfuerzo político desplegado durante su mandato para sumar adeptos y así eludir la disidencia, el calerano se ha ganado un espacio insospechado si se analiza su sorpresiva aparición en el mundo directivo y su inesperado acceso al sillón de la ANFP, que en este nuevo período se vería de verdad fortalecido si comandara un grupo de clubes un poco más propositivo y bastante menos flojo.