En teoría, existen dos formas de mirar "El hombre más buscado": verla como un gran historia de espías o pensar en el filme como el testamento artístico de su protagonista, el fallecido Philip Seymour Hoffman. El punto es que no son excluyentes. Una lectura es reforzada y estimulada por la otra, y al respecto no hay -ni habrá- vuelta atrás. Guardando las distancias y las proporciones, el trágico desenlace del actor ha teñido sus mejores trabajos tal como la leyenda de la vida y la muerte de James Dean hizo con sus tres cintas clásicas. Y en este caso en particular la cosa se refuerza porque Günther Bachmann, el antihéroe de la novela de John le Carré sobre la cual el filme se basa, es un hombre en caída libre.
Virtualmente "desterrado" por el servicio secreto alemán tras la caída de su red en Beirut, figura a la cabeza de un cuasi anónimo equipo de investigadores en Hamburgo, puerto en permanente alerta ante posibles amenazas terroristas. Alcoholizado, con evidente sobrepeso y síntomas de asma que solo disminuyen cuando sus cigarrillos están a la mano, Günther tiene un olfato especial para estas cosas y cuando Issa Karpov -un joven checheno, musulmán y presunto hijo de un general soviético- aparece en la ciudad, vuelve a poner la maquinaria en marcha, como siempre. Aunque cada vez cueste más.
Tal como los mejores personajes del mundo de Le Carré, Bachmann todavía es capaz de mantener todo bajo control, pero sus niveles de decepción y desencanto con el sistema, y consigo mismo, son lo bastante altos como para convertirle en víctima ideal el día en que las furias se desaten y haya que volver a atraparlas. Su método de trabajo aún parece el más racional, en medio de la paranoia cívica que envuelve a las agencias de seguridad: ir tirando suavemente del hilo más delgado (en este caso, el confundido Issa), para ver si con el movimiento atrae peces mayores; pero el filme de Anton Corbijn, tan concentrado como desencantado, deja en evidencia que los tiempos no están para alardes de paciencia y que quien los exhibe bien puede estar pecando de exceso de confianza, cuando no de soberbia.
Esa idea -la de Günther como el fantasma de un egotista, como un caminante que ya está muerto en un lugar donde antes brilló, haga lo que haga- es una espina que el filme clava, empuja y se resiste a extraer. Es la raíz de una inquietud profunda, de un malestar casi físico que Corbijn y, sobretodo, Hoffman descubren y estrujan hasta las últimas consecuencias, sin importar el costo, dejando una extraña sensación de réquiem en el espectador: la de estar mirando el derrumbe de un personaje, pero también el del actor, de la persona.
Y Hoffman se entrega al proceso sin concesiones, con un aplomo físico digno del mejor Richard Mitchum, abrazando la fatalidad y recordando de paso a otra película filmada en un Hamburgo infernal, hace casi cuarenta años: "El amigo americano" (1977), en la que Wim Wenders entretejía una red de culpas, crimen y desencuentro en la que Dennis Hopper condenaba a Bruno Ganz tentándolo con la salvación. Y Ganz se lanza hacia ella, tal como Hoffman en "El hombre más buscado" solo para terminar de rodillas, como animal cercado. Respirando por la boca. Luchando por hacerlo. Exánime.
A MOST WANTED MAN
Dirección de Anton Corbijn.
Con Philip Seymour Hoffman, Willem Dafoe y Nina Hoss.
Estados Unidos, Alemania, 2014.
122 minutos.