Los últimos años no han sido prósperos para el periodismo televisivo de profundidad, para aquel que hace una década desenmascaraba redes de corrupción, de pedofilia y exponía a las altas autoridades en su más baja humanidad. La visión optimista de esta realidad es que el periodismo subió los estándares morales de la sociedad, la más pesimista es que esta -entendida como ciudadanos y grupos de interés- aprendió a lidiar con el poder fiscalizador que la prensa puede tener. Es más, descubrió que incluso hasta el más férreo reportaje puede tener-a atribuirsele-fisuras por donde se cuela finalmente la falta de credibilidad.
Solo los últimos meses ya han sido pródigos de ejemplos respecto de cómo cualquier trabajo realizado por un equipo investigativo encuentra siempre una grieta que va más allá de la necesaria contraparte. De lo que se ha podido conocer de los acuerdos a los que llegó Canal 13 con Cencosud y Danone, por reportajes que ponían en duda las publicitadas bondades de productos como aceites de olivas o yogures digestivos, no hablan de mal o buen periodismo; se quedan en la buena o mala intención que conduce la investigación y en la acciones reparatorias que la televisión ofrecerá. Las cuitas conciliatorias tienen que ver con el origen de las normativas utilizadas, con la unidad de medida usada o con las "condiciones" que se dará al interpelado para dar su versión.
Algo similar le pasó a "Esto no tiene nombre", de TVN, que acusó a una constructora de vender departamentos con metrajes diferentes a los ofrecidos en su publicidad, y la aludida contestó con otra medición de otro ente al utilizado por el canal. Mientras, en la nueva temporada de "En la mira", un reportaje sobre algunas de las miserias que rodean al sistema de las AFP, terminó con reuniones a puertas cerradas entre los directivos del canal y de la Asociación de AFP, y con la abrupta desaparición del reportaje del sitio web de la estación.
Concluir que nada es realmente mentira. Aceptar que todo puede ser verdad. Esa ambigüedad es la negación de lo que el periodismo -como ciencia social que trabaja con tesis y método- busca establecer. Procedimientos férreos, parámetros consensuados y, por cierto, apoyos decididos desde las cúpulas ejecutivas de los canales es lo que hará falta en este 2014 para devolverles a los programas periodísticos su valor social. Más aún cuando la televisión ya no depende solo de los privados para su financiamiento, sino cuando la propiedad de esta reside en manos -directa o indirectamente en el caso de los miembros de los gobiernos corporativos- de quienes pueden ser sujeto de cuestionamiento.
Hoy cuando la mayoría de los canales ha acortado sus noticieros sacando la versión más "costumbrista" de los reportajes de su media hora final, el reto está lanzado. La excepción será Mega, que mantendrá en "Ahora noticias" a investigadoras potentes, tales como Mirna Schindler o Ximena Planella, en el central. Pero todo el resto tiene un mundo para recobrar el brío que hace rato se extraña en esta misión.
La prueba de fuego la dará "Contacto", ese emblemático espacio del 13 que anuncia su regreso a la franja estelar con Monserrat Álvarez, ex rostro ancla de su noticiero central, como nueva conductora. La periodista fue designada en reemplazo de Emilio Sutherland, quien por estos días triunfa en el área de telerrealidad desenmascarando charlatanes en "En su propia trampa". La estación apostó a que en esta nueva- y necesaria-etapa de reposicionamiento el costo del blindaje de la marca debía pasar por cambiar al conductor. Y, eso, es una trampa que suele hacer la televisión.