Gratísimo fue el reencuentro del pianista chileno Javier Lanis con el público de Santiago. El lunes actuó en la Sala Arrau del Teatro Municipal, en el marco del Ciclo de Pianistas organizado por la Sociedad Chopin, institución que a partir de su nacimiento, en 1991, bajo la inspiración de Flora Guerra, ha mantenido una persistente labor al servicio de los talentos pianísticos de nuestro medio.
Lanis ha desarrollado su carrera en Europa y sus visitas son esperadas. La expectación por oírlo radicó, además, en el repertorio ofrecido: la Sonata K.V. 311 de Mozart, la Fantasía opus 49 de Chopin y la versión pianística de "La Consagración de la Primavera" de Stravinsky. Todo un desafío estilístico.
Aunque la crudeza del sonido del instrumento no le favoreció, Lanis logró una translúcida versión de la particular obra de Mozart que, así como el corno inglés no es ni corno ni es inglés, se llama sonata aunque no emplea el esquema plan-sonata en ninguno de sus movimientos. El Tema con Variaciones inicial fue vertido con perfecta articulación y dinámica y las variaciones se fueron sucediendo con natural organicidad. El remate con el archifamoso Rondó alla turca estuvo pleno de vitalidad, y el desenfado de los rataplanes "turcos" en la mano izquierda le confirió a la versión un auténtico sabor "genízaro".
La Fantasía de Chopin, obra emblemática de su producción, fue entregada con admirable claridad y manejo de los afectos contrastantes, haciendo uso de un sobrio rubato y demostrando inmejorable musicalidad y técnica deslumbrante.
Stravinsky, estaba tan consciente de los valores estructurales puros de "La Consagración", que no vaciló en dar a conocer la obra a Debussy en una versión para piano, sin el ropaje orquestal que hoy consideraríamos indispensable. La obra ha pasado de la gran orquesta a una versión para dos pianos, otra para piano a cuatro manos y, finalmente, a esta versión para un piano. Sin embargo, este progresivo "despojo" es un camino que nos lleva a las esencias: la composición, prodigiosamente se mantiene incólume y no pierde nada de su identidad. El arreglo del compositor y pianista Sam Raphling (1910-1988) es soberbio y la interpretación de Lanis le hizo justicia, como también las ovaciones del público le hicieron justicia a su extraordinario desempeño.
Sin dudas, este concierto es de lo mejor que se ha oído en lo que va del año.