La ficción como reflejo de realidad es una necesidad, un imperativo que hace precisamente que se produzca entre el espectador y los creativos una conexión capaz de remover conciencias y, particularmente en el caso de las teleseries, emociones.
En el estreno de "Chipe libre", en Canal 13, y "No abras la puerta", en TVN, por cierto que está esa intención de exponer, dentro de las claves que permite el género -comedia o drama-, realidades tan extremas como la volatilidad o la agresividad de las relaciones amorosas. Pero si dentro de esos mismos motores narrativos comenzamos a añadir elementos, si no forzados, al menos salpicados, y sin el necesario respeto a la historia central, terminamos viendo un pastiche de discursos ideológicos y valóricos que poco tiene que ver con el compromiso central que se hizo con el espectador.
Algo de esto ya se había visto en la vespertina "Mamá mechona", del 13, donde las marchas estudiantiles surgieron de pronto como elemento secundario de la acción. También en "Las 2 Carolinas", de CHV, donde una relación lesbiana se instaló en medio de la trama y en "El amor lo manejo yo", donde aparecieron empresarios inescrupulosos que compraban acciones mediante palos blancos para desfondar una empresa familiar.
Pero si bien la reforma al sistema educacional, el acuerdo de vida en pareja y la reforma al sistema tributario son urgencias que el país debate en su legislatura formal -el lugar donde los votantes quisieron hacerse escuchar- implantarlos en la ficción terminan por enturbiar lo central: la historia con que se quiere conmover o emocionar.
En "Chipe libre", una comedia que busca dar liviandad al compromiso con recursos como la aparición de elementos psicoanálisis freudiano -el yo, el ello y el súper yo- también hay ambiciones inconducentes como debatir sobre la legalización de la marihuana o la corrupción de los políticos marionetas que los partidos buscan dirigir. En "No abras la puerta", un thriller a ratos salpicado incómodamente de comedia, se pone en la palestra la búsqueda de dos mujeres homosexuales por la maternidad.
La televisión y el país han cambiado, en buena hora, claro está. Ya lejos está la década de los 90 cuando un personaje de "Villa Nápoli" fumaba marihuana -entonces ilegal- delante de una colegiala, causando la primera sanción millonaria de Consejo de TV a UC-TV. Pero leer ese avance social como una oportunidad para acelerar el cambio del país a través de un género que no es ni el periodístico ni el documental ni la telerrealidad, no es más que una megalómana ambición de la ficción. Como diría Freud, una fallida expresión de la disputa entre el ello y el súper yo.