Joseph Beuys (1921-1986), nombre mítico y gran inspiración para nuestra vanguardia desde la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, escasamente conocía su obra el público nacional, deficiencia que ha ido corrigiéndose desde los años 90. Ahora, de nuevo gracias al MAC, un conjunto numeroso de sus obras nos visita. Si bien es cierto que hacen falta varios de sus intransportables trabajos principales -el emocionante "Fin del siglo XX, por ejemplo-, lo que se nos muestra permite conocer mejor al gran autor alemán. Eso ayuda a entender y sentir lo que su producción entera transmite: vida personal; es decir, la compenetración más íntima entre la autobiografía del artista y su obra, haciendo de esta una expresión de ideas universales y trascendiendo el modelo de Duchamp. Más allá, pues, de la defensa ecológica y de la democracia directa como sistema político más adecuado, está el ejercicio pleno del libre albedrío -la libertad y la creatividad residen en el propio individuo: "La rivoluzione siamo noi"- y el desenvolvimiento de sus capacidades espirituales. Es que vibran en la entraña de su producción valores cristianos: sobriedad, optimismo, hermandad humana, freno a la tecnología como fin último, amor franciscano por los animales y la naturaleza. Para eso el germano otorga sentido nuevo a sus flamantes, a sus simples materiales. Por una parte quita a estos protagonismo formal, subordinándolos a la idea -ahora el personaje capital- expresada a través de la unidad palabra e imagen. Por otro lado, impregna a sus intermediarios sentido trascendente, oponiéndolos así al materialismo positivista del pop norteamericano.
¿Qué nos ofrece la actual exposición del Museo de Arte Contemporáneo? Desde luego, objetos, cajas, ensamblados, serigrafías, instalaciones, los pizarrones característicos, registros fílmicos, fotografías de acciones de arte o de conferencias suyas, documentos valorados por su firma, dibujos. Estos últimos, de fechas tempranas, llaman la atención tanto por su fragilidad y sutileza extremas, como por la vibración anímica que reflejan. De los collages destacan el mapa de París, "Imitation gauloise", -se atreve a resultar hermoso-; el tan bien compuesto y políticamente militante "Vote al partido verde"; "Ombligo de Venus", con redondas flores secas; "Manteles de la Bienal", intervenido testimonio directo de un hecho circunstancial. La importante vocación educativa del artista podemos apreciarla sobre todo en las negras y enigmáticas pizarras con fórmulas y anotaciones con tiza blanca. La amistad de Beuys con Andy Warhol lo condujo, entretanto, a la serigrafía. Ejemplares magníficos de ella son, entre otras, "Defensa de la naturaleza", donde el autor se muestra de espaldas frente a un paisaje de campo y ciudad; el colorido pop de "Amarillo", donde él se presenta de frente y en su acostumbrado traje de cazador; "Parada de tranvía", acaso testimonio de performance , protagonizado por un muy alto y misterioso monolito que, tras suyo, esconde al autor.
Respecto a fotografías, predomina el blanco y negro. Sobre todo recordemos el estupendo par de sombreros siempre integrado con la firma inconfundible del autor. Asimismo, el grupo de seis negativos fotográficos "Muestre su herida", que lleva la metáfora autobiográfica hasta la carnalidad visceral del artista. Bien se sabe que el objeto constituye un intermediario fundamental en su obra. Lo vemos hoy ensamblado en productos del atractivo visual de la tempranera y sugerente "Batería de Capri" (1955) -triple asociación de limón y ampolleta amarillos, vinculados por un negro zoquete eléctrico- y en el encanto rústico de "Teléfono S", pareja de míseros tarros de hojalata unidos por un hilo elemental. Más complejas aparecen las cajas o maletines a lo Duchamp: "No conozco fin de semana", con coloraciones intensas; "Disco solar", aleación de fieltro, metal y signo rojo. "En caso de niebla" (1982) debe considerarse, en cambio, una instalación.
El objeto solo ocupa, por cierto, su lugar en la exhibición. Como reliquias de performances están "Pala", proveniente de los 7.000 robles que todavía vivifican, ornándola, la ciudad de Kassel; "Violín verde", relacionado con el par de años de relación de Beuys con el movimiento Fluxus y sus conciertos musicales -para el alemán, la música ocupaba un lugar importantísimo en su vida cotidiana-. Agreguemos más objetos: las botellas con líquidos diversos, donde una cumple funciones de grave denuncia ambiental: "Agua contaminada del Rhin". Dos filmaciones sin color de acciones de arte se vuelven cumbres del conjunto: la bien conocida "Cómo se explican las pinturas a una liebre muerta" (1965) y "Transiberiano" (1970). Esta última, aunque constituye una sola imagen sujeta nada más que al movimiento de la cámara, logra transmitirnos con sutileza especial la sensación de viaje.
"Joseph Beuys, obras 1955-1985"
Muy buena oportunidad de adentrarse y comprender a uno de los mayores artistas del siglo XX
Lugar: MAC del Parque Forestal
Fecha: hasta el 5 de octubre