Tengo un vecino que es un héroe del patrimonio. Compró una casa que requería un leve soplido del lobo inmobiliario para quedar en el suelo. Su imaginación restauradora vio la gloria Tudor debajo de una montaña de cachivaches y puso manos a la obra. Tramitó sin desanimarse -y varias veces- todo lo que le requería el Consejo. Eligió con cuidado cada nuevo material que usaría, como si vistiera a un rey. Después de año y medio de trabajo, sigue pasando todos los días a ver como avanza su pequeña catedral. Un personaje extrañísimo, lamentablemente.
Mi casa también está protegida, pero mi obra es bastante menos fáustica. Sin todavía poder hacer algo por su estética, desangro la billetera en la eterna reparación de su vetusto tripaje. Evito y temo caer en los tiempos del sobrecargado Consejo, como la mayoría de los que intentamos hacer que nuestras reliquias se vuelvan funcionales a la vida. A los tiempos de tramitación se suma un juego fijo de restricciones estéticas -que margina las expresiones de gusto del propietario- y funcionales, que condicionan su proyecto de vida. Recibiendo más negativas que asesorías, más obstáculos que apoyo, flota entre los propietarios una sensación de congelada impotencia, en donde todas las decisiones deben pasar por el beneplácito de una demorosa cúpula de sabios.
El patrimonio habitado no es un objeto museal suspendido del tiempo. Vivir en un artefacto vetusto requiere respuestas creativas y rápidas, porque el patrimonio se llueve, gotea, desvencija, parte; todo al mismo tiempo. La reconstrucción es constante y agotadora. Fácilmente, de casa antigua se pasa a casa vieja y, en poco tiempo, a ruina. Así es como en un día, las propiedades amanecen incendiadas. Desde la teoría del patrimonio, el geógrafo David Lowenthal (1985) señalaba el engaño en venerar reliquias como si el pasado fuese estático y lejano. Hoy sobran decretos para cristalizar el pasado sin que se fortalezca el compromiso de los propietarios en el presente. El patrimonio es un pacto y hoy salen favorecidos los que se retiran.