Fértil institucionalidad la establecida por Duchamp hace un siglo: ser obra de arte por la sola elección del artista. A eso se suma, 50 años más tarde, la conjugación de objetos escogidos que emprende el pop y, después, su definición espacial a través de la instalación. Un testimonio que conjuga todo ello lo tenemos en Santiago hoy día, el que además resulta capaz de concretarse a través de formas bonitas. Constituye la obra más reciente de Sebastián Preece, y se está exhibiendo en la sala grande de Galería Patricia Ready. Al igual que trabajos recientes suyos, en la búsqueda arquitectónica hallamos su fundamento. Ahora se trata, sin embargo, de un logro novedoso y muy rico en sugerencias. Como inicio, le sirve de atrio civil buena parte del amplio espacio expositivo, convirtiendo a éste en parte suya. Se transforma, de ese modo, en tensa plaza de ingreso que alerta al visitante.
De inmediato, a través de esta genuina instalación se van sucediendo recintos abiertos que ostentan la asimetría de un laberinto. Allí, una multiplicación de puertas en distintas direcciones conduce al visitante; son tales objetos los personajes capitales. Pero ellas terminan por llevarnos a ninguna parte, contentándose con dar vueltas sobre sí mismas. A la larga, como límite último, nos topamos con los infranqueables muros estructurales de la galería, que ponen una nota de reposo al dinamismo espacial del conjunto. Al mismo tiempo, sensaciones de encierro y de sorpresa renovada, de claustrofobia y de fluidez de espacios se experimentan durante el recorrido.
Por otra parte, aquellos protagónicos armazones de madera y metal de dos caras, que cumplen la función de celosos guardianes del encierro, tienen mucho que decirnos. Provenientes de una cárcel de provincia abandonada y sometidos al deterioro violento del desuso, del tiempo y la lluvia, resultan todos diferentes en cuanto a estado, goznes y cerrojos, texturas y colores. Solo la vejez y su finalidad los hermana. Además, conservan, decisivas, las huellas materiales del temperamento, de la sensibilidad de sus propios cautivos. Si por fuera números de identidad y restos de coloración sobre las maderas y latas precarias introducen la diversidad, adentro los abollones, raspados, incisiones y, en especial, la concurrencia de algunas pinturas manifiestan la condición anímica de cada recluso.
Estas representaciones, contra lo que pudiera pensarse, en general tienden a dejar a un lado vulgaridades eróticas, optando por los simpáticos monos animados del primer Disney, por decoraciones de sabor oriental, o, como afán de evasión sublimado, hasta por la temática religiosa. Así, por ejemplo, llama la atención un bien diseñado coro de ángeles albos alrededor de un Jesucristo radiante. Asimismo, la destrucción ambiental de las coloraciones concluye, a veces, por convertirlas en interesantes cuadros informalistas; hacen recordar estos el consejo de Da Vinci de estudiar las manchas de humedad en los muros. Concluye, secundario, en la propuesta de Preece el rescate de un grupo de recortes de revistas. Su grado avanzado de descomposición no impide que asomen, bastante recatados, anhelos sexuales de los detenidos de entonces.
En la misma galería de Vitacura, Elisa Aguirre ofrece, dentro de la abstracción, diversidad gráfica y esculturas. De los volúmenes, dos tienen mayores dimensiones. Constituidos por fina rejilla metálica y protagónica capa textil, presentan el aspecto de ondulantes masas, tan delgadas como cáscaras que se ondulan en el espacio o como indumentarias enigmáticas que moldean el vacío. La versión en negro, fuera de destacar por eso, posee una especial fluidez tridimensional y riqueza sutil de superficies. La más clara pareciera mostrar, por el contrario, cierta condición de matriz germinal. El tercer volumen, mucho más pequeño y concentrado en sí mismo, se compone de un cerrado paralelepípedo de madera quemada sobre el que se superponen capas de táctil paño rojo, cuya finura evoca una especie de linda maqueta de subsuelo terrestre. En cuanto a los pocos relieves y a los collages numerosos, todos concretan visiones no figurativas muy variadas, si bien abundan asomos de visión mineral y, acaso, de aromas vegetales. Grises, negro, blanco y rojo ocasional marcan la pauta. Se mezclan, con la forma significativa plenamente asegurada, papel arrugado -interesante y expresivo-, tintas, encáustica agrietada, pintura con material densidad.
"Puertas"
Genuina instalación, donde brilla el talento de Sebastián Preece.
"Tierra seca"
Atrayente conjunto de gráfica y escultura no figurativas, al que Elisa Aguirre sabe imponer su experiencia creativa.
Lugar: Galería Patricia Ready.
Fecha: hasta el 1 de agosto.