En la medida en que entra -en buena parte- por los ojos, el cine tiende a ser un arte de primeras impresiones. No hay caso. Si la película no parece atractiva de entrada, es difícil que la audiencia deje espacios para segundas oportunidades, y es bajo esa presión por llamar la atención que los estudios nos tienen aplastados con material que intenta sorprender y conmover al minuto, como si los tipos encargados de fabricarlo olvidaran que incluso en la vida real, acá afuera, estos procesos son graduales y progresan a su propio ritmo.
De ahí lo insólito de toparse con "Like Father, Like Son" (De tal padre, tal hijo), el título occidental para el filme que el japonés Hirokazu Koreeda presentó en Cannes 2013, y que ahora aparece en DVD. Hará unos quince años que casi por casualidad el realizador llegó a nuestra cartelera con la ecuánime y zen "After Life" (1998), la fábula de unas almas atrapadas en un purgatorio cuya cotidianidad era casi paralela a la del mundo de los vivos. Es esa misma sensación de transcurso de tiempo -de drama que se desenvuelve con la parsimonia del día a día- la que habita cada escena de la historia de los Noomiya, un joven matrimonio que, al inscribir a su hijo de seis años en el colegio, descubre que fueron víctimas de un cambio de bebés. Profundamente avergonzados -y seguramente temiendo una millonaria demanda-, las autoridades del hospital en que nacieron presentan a las dos familias afectadas para que conozcan a sus verdaderos hijos. Y agregan algo: en la gran mayoría de los casos, estos finalmente acaban viviendo con sus padres biológicos. El punto es cómo hacerlo. Porque, a estas alturas, nos hemos familiarizado por completo con los protagonistas y sobre todo con Keita, su carismático niño. Lo hemos visto cenando con sus papás, haciendo las tareas, tocando el piano, jugando con total abandono en la alfombra y preparándose para la hora de dormir. El calmado ritmo impuesto por los cineastas, y que deja al drama siempre como telón de fondo, nunca al frente, de pronto hace impensable la sola idea de interrupción, de cortar, de amputar, algo que parecía perfecto.
¿O acaso eso también era una ilusión? Esa pregunta se encarna en imágenes en la medida en que la cinta se interesa por la otra familia, los Saiki, quienes (de acuerdo con el plan acordado con los tribunales) mandan a su hijo los fines de semana con los Noomiya y comienzan a recibir la visita de Keita, quien de su urbano departamento de clase media pasa a vivir achoclonado con hermanos y papás ajenos, al centro de una casa donde cada yen se gana con esfuerzo y donde la idea de sentirse único y especial es pura quimera.
Es en ese momento, donde uno -como espectador- intuye que el gran oleaje del melodrama (el que suele resolver esta clase de historias) está por venirse encima. Pero Koreeda y su equipo nunca lo desatan. El conflicto tiene una solución (no les diré cuál), pero no precisa de una explosión para alcanzarla, en parte porque las energías siempre estuvieron puestas en el camino para llegar allá, y nunca sólo en la meta; pero, sobre todo, porque lo que interesa aquí -la plasticidad de las familias, la adquisición de la paternidad, el nacimiento de nuevos afectos- parece demasiado frágil y elusivo como para ser filmado. Pero aquí lo tenemos, frente a nuestros ojos.
LIKE FATHER, LIKE SON
Dirección de Hirokazu Koreeda.
Con Masaharu Fukuyama y Keita Ninomiya.
Japón, 2013, 120 minutos.