Después de solo cinco años de residencia en ese Nueva York en constante transformación, Pablo Jansana ya exhibe el impacto del gran centro artístico mundial. Y se traduce en un concepto: cuestionamiento a la pintura, a la fotografía, a la relación del autor con su medio. Sin embargo, el artista ha aplicado a la interpretación de su ciudad natal aquel emocional choque sensorial. Es la médula de las obras que hoy expone en Galería Artespacio. Si la expansión espacial marca de manera global estos trabajos, en el caso de los cuadros, el volumen y la abstracción se unifican como vía expresiva. Se nos ofrecen, así, cuatro pinturas y dos dípticos, realizados con resina, materializan amplios módulos intercambiables que podrían agruparse total o parcialmente. Los protagonizan negro profundo, brillante, de superficies geométricamente globosas, táctiles como relieve y que se completan con chorreantes bordes solidificados. Provocan, acaso, el efecto de grandes bolsas mortuorias de contenido enigmático, bastante lejanas del lienzo convencional. Parecen lo más interesante del conjunto.
En cuanto a las fotografías, fundamentadas por el blanco y negro, dos de las que se muestran en el primer piso de la galería recogen detalles callejeros bien diferentes: un tarro basurero de hoy día, un obrero de espaldas que espera; aunque se hallan hermanadas por el par de pilares de la arquitectura del lugar que aplastan, que atraviesan feroces ambas imágenes. Su sentido metafórico surge evidente. Otras dos fotos muestran un típico cierre santiaguino con planchas de madera, clausura acentuada por bolas demarcadoras de tránsito; no obstante, ambas estructuras provisorias adquieren categoría de monumento enigmático. Además, se desprenden de ellas planos angulares de bordes duros que se abren al espacio circundante. Este procedimiento más allá de lo bidimensional se multiplica en siete ejecuciones fotográficas de la planta alta. A veces las acompaña un color, junto a cuadriculados con instantáneas de personajes anónimos. Por momentos, su concurrencia se torna confusa. Eso, en cambio, no ocurre en las atractivas fotos de un radiador de calefacción y del mismo hombre de espaldas mencionado.
Tampoco faltan instalaciones. Una se desarrolla alrededor de dos telas informalistas -casi diseños- en blanco y azul oscuro, ya colgante, ya doblada sobre un asiento y dentro de un escenario de arquitectura precaria, subrayada por objetos caseros. Su carácter simbólico apuntaría quizá al paso del tiempo, mediante la duplicidad presente y futuro. También un par de lienzos con motivo similar se reiteran. La segunda instalación unifica, con resina en blanco y negro, viejos objetos encontrados dentro del taller del expositor en el Santiago poniente.
Pinturas en La Sala
La factura siempre exuberante de los cuadros visualmente golpeadores de Catalina Abbott cuaja ahora, en Galería La Sala, multicolores collages pictóricos. Ellos lucen menos figurativos que antes y dotados de una iconografía que suele recordar los personajes domésticos de Bororo. Entre estas obras de extenso formato llama la atención el acorde refinado de grises y rosados en Fuera de la ciudad, cuya textura se enriquece con el fino fondo de cartón corrugado. Respecto al trabajo más abstracto -Lluvia mía-, sus letras tipográficas parecen chorrear desde el cielo. En colaboración con el niño pintor Martín Barros -notablemente dotado-, acorde que beneficia a una y otro, Abbott recorre la vía neo expresionista. Deja ver mayores aportes gráficos, además de la gracia espontánea del buen graffiti y de la caricatura infantil.
Jorge Martínez en Las Condes
Poco conocido en Santiago, el artista porteño Jorge Martínez García ostenta una larga y segura trayectoria. Sus grabados en blanco y negro -1992 a 2014-, que nos entrega la Corporación Cultural de Las Condes, manifiestan su experiencia y un sentido agudo de la belleza tradicional. Se trata, mayoritariamente, de fantasías plenas de romanticismo, donde la intensidad y el complejo entramado lineal definen con acierto luces, sombras y esfumados lineales. No obstante, antes que las láminas con cabezas o figuras humanas -estas últimas ostentan arranques surrealistas-, son sus paisajes y actores vegetales quienes materializan lo más genuino, lo más atrayente del autor. Tenemos, por ejemplo, Marginalia y las representaciones tan originales de Machu Pichu o la mirada japonesa que define sus montañas solitarias. Asimismo convencen los grandes árboles solos de raíces poderosas. Agreguemos a ellos los moluscos y, particularmente, el hongo grandioso y la vastedad sintética, con aire contemporáneo, de Playa terminal.
I with out kleenex
En especial, pinturas relieves, cuyo volumen y negro brillante sirven a Pablo Jansana para cuestionar la mirada tradicional
Lugar: Galería Artespacio
Fecha: hasta el 2 de julio
Sin límite
Cuadros de raigambre neoexpresionista, donde operan Catalina Abbott y Martín Barros, un niño pintor
Lugar: Galería La Sala
Cartografías
Bellos paisajes románticos, realizados a través de la sabia factura del porteño Jorge Martínez
Lugar: Corporación Cultural de Las Condes
Fecha: hasta el 29 de junio