Tal como año a año durante los días del Festival de Viña, los noticiarios locales se dan licencia de entrar en un limbo informativo, donde lo poco relevante se vuelve trascendente y donde lo anecdótico tiene carácter universal, lo mismo sucede en época de Mundial de Fútbol. Cada cuatro años los informativos y los espectadores hacen el pacto de transformar al fútbol y sus derivados en un suceso insoslayable en la agenda nacional. Los segmentos deportivos crecen hasta ocupar más de la mitad del tiempo de emisión, y los canales desplazan hasta el lugar de los acontecimientos, en este caso Brasil, contingentes técnicos y humanos desde 20 hasta 100 personas para competir por ser quien destaca más.
Pero lo cierto es que destacar no es fácil cuando todos acuerdan que el énfasis será similar. Aunque solo dos estaciones tengan los derechos de transmisión de los partidos (TVN y Canal 13), los resultados de audiencia no se condicen necesariamente con esa exclusividad.
La red de Luksic y la pública han visto sus noticiarios centrales aumentar en un par de puntos, pero eso no necesariamente se puede atribuir al efecto balompié. Porque, aunque Canal 13 lidere sostenidamente en la transmisión de los cotejos, difícilmente ese liderazgo se mantendrá a la hora de informar. TVN, en cambio, sí puede liderar, pero la curva de audiencia tiene más que ver con la entrega de su teleserie vespertina, que con el rating que los partidos le pueden reportar.
Ahí, cuando los números dejan de ser significativos, es cuando el contenido importa más. Y es justo en esa medida cualitativa donde las diferencias se hacen notar.
Canal 13 se instaló en Brasil con 90 personas y un poder de producción periodística atronador. No solo construyeron un set televisivo que parece levantado dentro del propio canal -cosa que no es necesariamente un valor cuando se trata de resaltar la distancia-, sino que han destacado por conseguir las primeras entrevistas a orilla de cancha y hasta a la Presidenta Bachelet. TVN, como CHV y Mega, ha enfatizado la calle como ambientación central, haciendo de cualquier palmera un buena locación para despachar.
Un gran paréntesis para Mega, que en una apuesta periodística con visos comerciales y algo cortoplacista, ha optado por hacer de las notas con enfoque de género femenino un guiño al público que la teleserie turca "Las mil y una noches" le reporta al canal. Así, hemos conocido de la industria de las joyas semipreciosas, de las tiendas de hawaianas y de los pareos de playa, casi tanto como del balompié.
Pero si hay una locación que todos los canales comparten, un decorado de fondo omnipresente, ese ha sido el de las poleras rojas y los gritos de "ce-ache-í". Los rostros ancla destinados allá se han relacionado con ese fresco social, recurriendo, cada uno, a su peculiaridad: cómplice picardía en el caso de Mónica Pérez, jovialidad en el de Soledad Onetto, profesional distancia en Constanza Santa María y hasta molestia por la falta de seriedad, como Iván Núñez reflejó.
Dejando aparte los comentarios especializados, donde las palabras de los que saben destacan pese a que una paupérrima producción los circunde -léase Felipe Bianchi, de CHV-, las notas periodísticas coinciden en las conferencias y actividades de la selección, en los hinchas que no tiene entradas y en los que avergüenzan a todo connacional. Hasta psicólogos y sociólogos han sido consultados por los informativos para explicar lo que más bien merece autocrítica y opinión.
Y lo primero que habría que opinar sobre los protagonistas de esas noticias que nadie quiere escuchar es que poco importarían si nadie hubiera decidido cubrirlos como si fueran estrellas de rock. Si el que decidió renunciar al trabajo y dejar a su familia para irse a dormir a la playa y a tratar de violar la seguridad del Maracaná no hubiera sido noticia -ampliamente reportada- desde que dejó el país, no habría buscado llamar la atención.
La Marea Roja no es solo una caterva de menesterosos que junta dinero para ir en busca de una borrachera internacional, encontrando en el fútbol una justificación. La Marea Roja que todavía no vemos del todo reflejada en los noticiarios es la de las personas o familias que ahorraron, o se endeudaron responsablemente, para ir a celebrar el ejemplo de esfuerzo y superación que 23 jóvenes deportistas están dando allá.
Si esto fuera el Festival de Viña del Mar, los hinchas que mayoritariamente nos llegan como protagonistas de la información son los equivalentes a las niñas platinadas y siliconadas que cada verano se disputan la corona de soberana del festival... "El rey de la Marea Roja", esa es justo la nota que está faltando inventar.