Hay una gran diferencia entre contar bien o mal una historia. Pero también entre contar una buena historia y saber dirigir la atención del espectador a donde uno quiere. Eso necesita de un grado distinto -sublime casi- de maestría y puede observarse en cada una de las secuencias de "Like someone in love", la nueva película, disponible en DVD, de quien muchos consideran el mayor de los cineastas vivos, Abbas Kiarostami. Desde que se convenció de que podía filmar fuera de su país sin ceder parte de su libertad creativa, el cineasta iraní no ha mirado atrás; o, más bien, no ha dejado de mirar adelante, lejos, muy lejos de la manada.
Eso ya se percibía en el magistral juego de espejos que fue "Copie Conforme" (2010), donde seguíamos el paseo de una pareja de extraños que fingía ser un matrimonio o el de unos esposos que pretendían ser dos desconocidos. Poco importaba cuál de las dos opciones era la real. A cambio de la evidencia física, lo que Kiarostami ofrecía era algo que podía denominarse "verdad cinematográfica": una ilusión que resulta válida solo durante el breve período en que se despliega, grácil, ante los ojos de la audiencia. El nuevo filme, hablado totalmente en japonés y rodado en Tokio en el otoño de 2011 con actores locales, usa ese punto de partida para ir más allá todavía, al narrar el encuentro entre la joven Akiko y el señor Takashi, una estudiante universitaria que trabaja como escort y un anciano traductor y profesor de sociología. El viejo la contrata para pasar la noche, pero no puede evitar sentirse paternal respecto de la chica, asediada por un celoso novio fuera de control. Lo que parte como una fábula de crepuscular sensualidad deriva en un insospechado melodrama familiar, y más tarde en un relato de creciente tensión y ansiedad, donde cada fase se conecta con la siguiente en perfecta solución de continuidad. Lo notable es que, al revés de lo que usualmente ocurre en las películas de ficción, los tres personajes no "evolucionan": sus motivaciones son las mismas tanto al principio como al final. Es el contexto -y el modo en que se insertan en este- lo que va transformándose sin parar; de forma tan imperceptible y zen como violenta y salvaje.
A su manera, este juego en el que el paisaje del rompecabezas cambia, pero donde las piezas siguen calzando perfecto a medida que lo armas, no es muy distinto a la forma en que Hitchcock construía sus historias. Si el británico concebía cada sección de sus películas como módulos dispuestos de cierta forma para potenciar al máximo la atención de quien mira, Kiarostami los utiliza para cuestionar incansablemente la naturaleza misma de lo que estamos mirando. ¿Se trata de un cuento moral que deriva en pesadilla urbana? ¿O son tres historias de soledad que se intersectan a destiempo? ¿Es esta una fábula de paternidades y afectos frustrados? Todas las opciones son válidas en la medida que calzan sin problemas dentro del drama, pero tal como el director lo anticipa en la brillante toma inicial, todas dependen de la perspectiva que a ellas se aplica: cuando el filme comienza vemos el interior de un club. Se escucha la voz de una joven (Akiko) discutiendo con su novio. Buscamos por largo rato un rostro en el local cuyo diálogo calce con esa voz, pero cuando la discusión sube de tono y los clientes miran hacia la cámara -hacia nosotros-, la búsqueda se interrumpe: Akiko siempre estuvo ahí, mirando a través de nuestros ojos.
LIKE SOMEONE IN LOVE
De Abbas Kiarostami.
Con Rin Takanashi y Tadashi Okuno.
Francia-Japón, 2012, 107 minutos.