En el marco de la ya comentada puesta de Emilio Sagi, el martes subió a escena el segundo cast para "Los Puritanos" (Bellini). Nuevamente fue efectiva la apelación a la melancolía y la nostalgia que presiden la ópera y el concepto del régisseur , aunque en este caso el trabajo de actores, el movimiento escénico en sí, se observó más limitado.
Es cierto que no hay mucho que hacer con este título de argumento absurdo, donde todo el interés reside en el canto, que debe funcionar con la precisión de un láser, pero sí es posible explotar el pathos y descubrir ciertas frases que enriquezcan a los personajes y sus relaciones. Aquí hubo poco de esto.
La dirección de Pedro Pablo Prudencio pareció olvidar las voces concurrentes, que con frecuencia desaparecieron tras la masa de sonido ruda y desordenada que provenía del foso. Rara vez se escuchó la transparencia de este Bellini.
Muy bien la Elvira de la soprano Natalia Lemercier, musical y dueña de una voz ligera con facilidad para la coloratura y los sobreagudos. Su material, sin embargo, carece de centros y graves, lo que le impide transmitir la intensidad emocional de su personaje. El tenor ruso Anton Rositskiy, poco persuasivo en lo teatral y que lució un vestuario diferente al del tenor del primer elenco, tiene una emisión curiosa y difícil, pero da todas las notas de Arturo (eso sí, tuvo un traspié en "A te, o cara").
El barítono Luis Gaeta es un cantante de probada solvencia; sin embargo, esta vez se escuchó incómodo con la vocalidad y la línea de Riccardo Forth. El bajo Homero Pérez-Miranda fue un Giorgio Walton de amable apariencia y canto sereno. Siempre es un agrado seguir en escena a Miriam Caparotta (Enriqueta de Francia), estupenda actriz y cantante, que explota su instrumento en términos expresivos. Carlos Guzmán y Rony Ancavil tuvieron una adecuada participación como Gualterio Valton y Bruno Robertson.