El Departamento de Sonología de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile tuvo la encomiable iniciativa de programar el "Pierrot Lunaire", de Arnold Schoenberg. El martes, en el GAM, ante una sala repleta, la versión estuvo a cargo de la mezzo Claudia Godoy y la Compañía de Música Contemporánea que dirige Carlos Valenzuela. El grupo instrumental fue integrado por Fabián Esparza (violín y viola); Sebastián Mercado (violonchelo); Roberto Cisternas (flauta); Cecilia Arce (clarinete), y Jorge Pepi (piano).
En la época de la composición (1912), Schoenberg ya estaba instalado en el lenguaje musical libre de lazos tonales que había anunciado en el último movimiento de su cuarteto nº 2 (1908), cuando una soprano proclama el nuevo mundo sonoro que se viene: "Siento el aire de otros planetas".
La obra puede etiquetarse de "expresionista atonal". Y así como San Agustín decía que sabía lo que era el tiempo, siempre que no se lo preguntaran, nada es más complejo que definir lo que es el expresionismo, aunque hay rasgos comunes a las artes musicales, visuales, dramatúrgicas, literarias, de comienzos del siglo XX: subjetividad extrema por sobre la realidad, una nueva idea de belleza (Kandinsky: lo bello interior), intensidad emocional al límite. Los textos originales de Albert Giraud, traducidos al alemán por Otto Erich Hartleben, expresan bien estas visiones: el vino que se bebe con los ojos, la luna mortalmente enferma, gigantescas mariposas negras, una hostia de la que caen gotas rojas, una flaca ramera de largo cuello, una cabeza taladrada... Esta imaginería onírica y morbosa, a juicio del compositor, necesitaba una manera especial de declamación, el sprechgesang , línea vocal a medio camino entre el habla y el canto.
Es estimulante comprobar que pasaron los tiempos en que obras como esta eran un tabú para los intérpretes chilenos. Años atrás escuchamos una excelente interpretación nacional, y en esta oportunidad también la versión fue óptima. Los ejecutantes brindaron una entrega ejemplar bajo la impecable conducción de Carlos Valenzuela, y el único reparo fueron los ocasionales problemas de equilibrio entre la solista y el conjunto. Claudia Godoy realizó un trabajo excepcional, compenetrada en cada verso y con controlado histrionismo, lo que solo confirma su sobresaliente trayectoria profesional.
La Compañía de Música Contemporánea, con este concierto, agregó un merecido galardón en su joven trayectoria.