Puede que Julio César Falcioni rompa la tendencia del último tiempo y en un corto plazo sea capaz de inocularle a Universidad Católica esa impronta de equipo ganador que en rigor ha perdido más en imagen que en estadísticas.
Sería, la verdad, sorprendente para un entrenador que jamás ha dirigido en Chile (en realidad, nunca había asumido un plantel fuera de su natal Argentina) y que tampoco fue la primera opción de los cruzados, luego que le agradecieran a Rodrigo Astudillo su opaco paso por la banca en el pasado Clausura y después se resignaran con el reconocimiento por la paciencia que les dio Eduardo Berizzo cuando se fue a Vigo.
Es evidente que la dirigencia cruzada se enredó después de que Berizzo les dijo que no. A tal grado, que se quedó sin un plan alternativo y debió salir a buscar al mercado a contratar sin mucho apuro o con poca convicción, dada la extensión de los plazos que se tomaron.
La pausa premundialista, y el engendro de torneo denominado Copa Chile, sin duda que ayudaron a que mediáticamente la desorientación fuera traducida en análisis. Pero que Universidad Católica terminó eligiendo a un entrenador que hace un mes no aparecía como opción, eso es un hecho indesmentible.
¿Era Berizzo la solución al problema de la UC? Por ahora no se sabrá. Pero si el entrenador campeón con O'Higgins representaba la llegada de un guía futbolístico cuyo estilo, carácter, propuesta y método iba a regenerar un plantel herido futbolística y psicológicamente por sus anteriores performances, el arribo de su compatriota Falcioni deja varias interrogantes.
Por las señales entregadas en la etapa de acefalía técnica, la impresión es que durante su segundo período de búsqueda Universidad Católica modificó el perfil y optó por un entrenador que por la naturaleza de su ADN futbolístico tuviese resuelta la ecuación riesgo-resultado, dominara un camarín si no díscolo bastante opinante, y que además fuera capaz de soportar la presión de una hinchada que se bancó religiosamente a Astudillo solo porque era hombre de la casa, pero que hace rato anda medio divorciada de los técnicos que explican las derrotas puntuales y los fracasos globales con mucha pedagogía y escaso sentimiento.
Cumplido esos predicamentos, Falcioni es, aunque no se explicite, una apuesta de riesgo; doble, tratándose de alguien que va a hacer su debut en territorio ajeno; triple, considerando que dirigirá en una competencia que desconoce, por más que sea inferior en el papel a la de donde él procede. Alguien diría que hasta cuádruplemente riesgosa si es Universidad Católica el club en el que se desempeñará. Mirando de reojo la historia cercana, no es tan aventurado decirlo: el panorama es prácticamente idéntico al que tuvieron que enfrentar el holandés Wim Rijsbergen (1999), el peruano José del Solar (2007) y la temporada pasada el uruguayo Martín Lasarte (2012/13). ¡No puede ser tanto el infortunio o el mal ojo!