Infrecuente resulta en arte la supervivencia de la capacidad creativa. Hay sí excepciones tan admirables como, por ejemplo, las de dos genios: Miguel Ángel, con lo mejor de su obra en plena ancianidad; Verdi y su obra maestra "Falstaff", compuesta a los 80 años de edad. En nuestro medio, en cambio, vemos cómo han menguado con la longevidad los talentos plásticos de más de algún autor importante. Por eso, enfrentar la obra reciente de una Roser Bru nonagenaria provocaba temor. Para sorpresa nuestra, sin embargo, su audacia en Galería AMS Marlborough cuaja en una exposición muy digna de comentarse. Más aún, deja ver ella una evolución tardía: el predominio pictórico en desmedro del componente gráfico, sello este tan personal de su obra global. Hoy día, los cuadros expuestos -en formato mediano- revelan una merma importante de esa agudeza, de ese dibujo tan incisivo de antaño, mientras las pinceladas de pigmento presentan una factura más gruesa. Esto último ocurre especialmente en sus retratos. También es cierto que ellos ahora nos interpelan más directos, provistos de cierto grado de expresionismo -los dedicados a Kafka, sobre todo- y menos sugerentes. Por otro lado, las coloraciones -como siempre, manejadas con mesura- emergen más encendidas. Si hallamos aquí su imaginería característica, son las naturalezas muertas quienes se defienden mejor, interesando en bastante mayor medida que los retratos, aunque cuenten con el bonito de Virginia Woolf, el de Gabriela Mistral y, acaso, el de Rimbaud. Es que las mesas, tazas y sandías conquistan con sus fisonomías tan autónomas, sus trazos sintéticos, su honda capacidad evocativa. Entre protagonistas semejantes tenemos la belleza del simple par de frutas rojas, una de ellas llevada a una connotación trágica a través del chorreo de pasta oscura. Por su parte, en la "Mesa con taza y pan" relampaguea el activismo del cromatismo violento, junto a la riqueza formal de la marraqueta. Asimismo vibra un tazón solitario sobre la sola línea horizontal.
Matías Pinto d'AguiarUn pintor bastante más joven nos entrega un vuelco radical dentro de su producción: Matías Pinto d'Aguiar en Galería Isabel Aninat. Así, además de la deconstrucción de sus cuadros típicos, exhibe también esculturas. Se trata de volúmenes en madera o metal, abstractos y de orientación geométrica. Llaman la atención por su esbeltez y liviandad formales, por su dinámico dominio del espacio. En madera pintada de negro o de un rojo encantador, suman también otros ejemplares con el material al natural o en alambre, donde evoca arquitecturas. Los testimonios planos, como decíamos antes, desarman ciertos conocidos personajes figurativos suyos -siluetas de árboles, elementales escaleras de mano, cierros de terreno-, integrándoles pedazos diversos, coloreados o no, de madera, papel, cartón, recortes de textos de periódicos, todo ello dispuesto como collages y dentro de un proceso de no figuración creciente. Estos trabajos murales, dinámicos y satisfactoriamente compuestos, parten de dos relieves, sus habituales protagonistas bien reconocibles, comunicando a ambos una fisonomía teatral. Pero su presencia dura poco: se impone el avance en busca de rutas nuevas. Quizá parecieran asomar, acá, el recuerdo de obras últimas de Francisco de la Puente y algunas coincidencias con el primer Miró.
Fotografía de Joan FontcubertaUna demostración de las amplitudes visuales a que está llegando la amalgama -puede volverse esta perversa- entre fotografía e internet nos la ofrece el catalán Joan Fontcuberta, en el Centro de Extensión de la Universidad Católica. Junto con hacer de la sola elección el fundamento de la obra de arte, coloca en la cuerda floja los conceptos de originalidad y de obra única. Para ello el visitante recurre al enorme caudal de imágenes que proporcionan, mecánicamente, los programas "freeware" de cualquier ordenador de textos. Tenemos, así, fotomosaicos de color que reproducen pinturas célebres, instantáneas de hechos actuales violentos o ilustraciones de noticias periodísticas. Muchísimo mayor creatividad e interés poseen, en cambio, las construcciones de paisajes virtuales, a partir de la descomposición de cuadros de grandes artistas -en este caso, Cézanne, Derain, Dalí y otros-. Aquí consigue una imaginería fantástica y de realidad convincente. Más exóticos y menos variados logros obtiene Fontcuberta cuando recurre al azar, a través de la impresión digital que recoge la acción destructora de caracoles sobre documentos escritos. Índole gráfica y apariencia de palimpsesto presentan estos casos.
"Memoria"
Sin temor a los 91 años, Roser Bru muestra sus pinturas más recientes, entre las que destacan las naturalezas muertas.
Lugar: Galería AMS Marlborough.
Fecha: Hasta el 10 de junio.
"Abstracciones/Obra reciente"
Deconstrucción abstracta de sus propios cuadros y, sobre todo, airosas esculturas.
Lugar: Galería Isabel Aninat.
Fecha: Hasta el 10 de junio.
"Matabolismos de la Imagen"
Ante todo, muy interesantes paisajes del español Joan Fontcuberta, provenientes de la mutación tecnológica.
Lugar: Centro de Extensión U.C.
Fecha: Hasta el 31 de julio.