No vengan a hablar de que la Copa Chile que parte hoy es una instancia competitiva y que para confeccionar los grupos y el fixture se usaron criterios técnicos y modelos matemáticos, como publica olímpicamente la ANFP en su página web. Si así fuera, hace largo rato que en Quilín debieron haber terminado con la división geográfica de los clubes para definir cada fase.
Después de las últimas ediciones, donde los equipos que pasaron a la segunda, tercera y cuarta etapa, fueron pareados según el criterio de cercanía kilométrica, es una vergüenza que los organizadores intenten hablar de campeonato serio. Si no existe en el origen un principio de igualdad, y solo hay una tendencia a la equidad cuando los clubes grandes involucrados han podido avanzar a las etapas decisivas, la Copa Chile siempre tendrá un naturaleza bastarda.
Cualquier intento de generar una competencia con tradición debe garantizar la misma opción a todos sus participantes desde el comienzo, y si no puede hacerlo, debe dejarlo en manos del azar y no digitar su desarrollo. La ANFP ha manipulado la Copa Chile a vista y paciencia de sus socios, a los que, obviamente, les importa poco y nada que lo haga.
No tiene presentación que en cada nueva versión de la Copa Chile, la ANFP se esfuerce por hacerlo mal y no aproveche de innovar con ella. Esta vez ni se sonrojó para inaugurarla entre gallos y medianoche a un mes del Mundial, dejando en evidencia que es un relleno incomible, aunque el premio sea un cupo para la Sudamericana... del 2015. Algo similar sucede con los clubes que la juegan, cuyo interés inicial está al lado de la nada y recién despierta en la medida de que algunos, casi por inercia, y otros, casi como consuelo, empiezan a avanzar en el campeonato.
Del público que eventualmente se pueda interesar en seguir el desarrollo del torneo, ni hablar. Solo los verdaderamente fanáticos saben cuándo y dónde se juega, ya que su programación carece de publicidad y no guarda ninguna lógica diferenciadora con las fechas del Torneo de Apertura y Clausura, salvo por la denominación y el sponsor (cuya ingenuidad parece abismal), y porque se programa en los días más insólitos y a las horas menos adecuadas.
Que la Copa Chile sirva para copar el calendario anual e instalar un producto comercial que agregue valor a la parrilla del Canal del Fútbol no significa que la ANFP abandone su obligación de dotarla de interés masivo y futbolístico. No puede ser que año tras año la realización sea un trámite y que siga siendo empleada políticamente como un falso instrumento democratizador, porque mezcla clubes de distintas categorías o permite a equipos menores acceder a un campeonato internacional. Si la Copa Chile ya es espuria en su origen y desarrollo, no es justo que la ANFP se encargue sistemáticamente de malograrla, sobre todo si es el único certamen que congrega a todos los clubes que se dicen profesionales.