El tiempo avanza en contra de Televisión Nacional. Con programas como "Pulseras rojas", "El informante", "Cuarto medio" y "Los archivos de cardenal" (en la foto), el canal público tiene en pantalla algunos de los mejores productos televisivos de la actualidad. El problema es que esa ficción conmovedora, información punzante y realidades reveladoras se ofrecen en horarios que difícilmente permiten no solo ser vistos, sino que apreciados a cabalidad.
Hace ya casi siete años que el Transantiago modificó los hábitos de la televisión y de los telespectadores, empujando los horarios de noticieros y programación estelar. Pero al séptimo año de ese forzoso pacto entre canales y televidentes, bien valdría hacer una revisión; más aún cuando surge el desasosiego de que nos estamos perdiendo lo poco de lo bueno que nos pueden ofrecer hoy.
Esa inquietud se transforma en desazón -en comezón-, cuando justamente esos espacios son repetidos durante el fin de semana, en horarios donde queda claramente expuesto su potencial. Es cierto que en los trasnoches del viernes o sábado, o durante las mañanas de los domingos, no hay la misma cantidad de audiencia para repartirse los puntos de rating -y venta de avisaje- que pasadas las 23:00 horas de un día laboral. Pero sí hay conciencias más atentas, miradas más críticas para valorizar lo que la modorra de la medianoche no permite apreciar.
Y así es como la buena televisión -esa medida tan subjetiva pero compartida de calidad- se puede deshonrar, cuando se la reconoce casi como una forma de compensar.
El tiempo avanza en contra de Televisión Nacional, no solo porque sus horarios de emisión sean injustos con la factura y contenidos que se da. El reloj lo amenaza porque es justo ahora cuando el canal público podría dar una gran señal, despertar del letargo insomne en que está sumida la televisión, redefinir las reglas de una competencia homogeneizante, que poco tiene que ver con la diferenciación. En definitiva, el tipo de señal que solo una red pública puede lanzar.
Con un Canal 13 de pantalla deprimida y un Mega que tiene un promisorio proyecto aún en ciernes, TVN ya tiene al aire todo lo necesario para definir cuál será de ahora en más su identidad. Y ese tipo de definiciones, esa convicción profunda sobre lo que se proyectará al resto de los canales que compiten en el mercado, necesita a los mejores ejecutivos para tomar una decisión. Y ellos, a su vez, necesitan a los mejores miembros de directorio para impulsar su gestión.
Mucho se ha escrito partir de la llegada del nuevo presidente del directorio, Ricardo Solari -hombre de designación presidencial-, sobre la continuidad que tendrá Mauro Valdés, en la dirección ejecutiva del canal. Mucho menos se ha publicado sobre la larga -y dañina- vacancia del puesto de director de programación. Estas líneas, al menos, pretenden poner fin al mutismo al que nos vemos obligados los insomnes televidentes sedientos de buena televisión en inmejorables horarios de emisión.