Varios de los que hace unas semanas fueron a ver "El Gran Hotel Budapest" iban avisados: Wes Anderson y sus películas suelen ser muy sofisticados. Mucho de su obra puede descomponerse con naturalidad en colores, texturas, sonidos, líneas de diseño y tipografías que se revelan tan bellos, intrincados e imposibles, que más de alguien debe sentir que le están tomando el pelo. En su empeño por mostrarse como un consumado estilista, suele rondar muy cerca de la línea que separa el buen gusto de la siutiquería; pero no puede evitarlo. Eligió ser cool y no está arrepentido.
Algo parecido puede decirse, y con mayor propiedad, del estadounidense Jim Jarmusch, quien con su plateada cabellera y sus impecables trajes negros -un uniforme a estas alturas- se ha fusionado a la perfección con una obra abundante en filmes en blanco y negro ("Stranger than paradise", "Down by law"), profusa en protagonistas malditos y actores de culto ("Night on earth", "Dead man"), y siempre con los ojos puestos en la vanguardia. En el proceso, Jarmusch no solo se convirtió en el epítome de lo cool , sino también en el equivalente cinematográfico de artistas tan importantes como Sam Shepard, Patti Smith o Julian Schnabel, hijos de una cultura neoyorquina que, tal como ellos, hoy va camino de convertirse en lejano recuerdo, pero también en leyenda.
Por eso se entiende que con ocasión de "Only lovers left alive" (2013) el director haya decidido voltear el lente sobre sí mismo y divertirse un poco a costa de su (in)mortalidad y eventual legado, al narrar el romance de una pareja de vampiros que en pleno siglo XXI más bien parecen una pareja de rockeros retirados que temibles bestias chupasangre. El realizador (que parece haberse basado en su propia historia de pareja junto a la también cineasta Sara Driver) los bautiza bíblicamente como Adam y Eve, encarnados en los pálidos y marcianos cuerpos de Tom Hiddleston y Tilda Swinton: el primero vive recluido en una vieja mansión de un fantasmal y derruido Detroit (cuyas espectrales vistas quitan el aliento), desde donde compone góticas melodías que se escuchan pirateadas en decenas de clubes clandestinos; ella, es una más entre tantos noctámbulos que circulan por las oscuras calles del Tánger que alguna vez encantó a Paul Bowles y que casi mató a Wiliam Burroughs. Ambos se pasan los días -las noches, en realidad- persiguiendo a su manera fantasías de aislamiento, reclusión e individualidad; jugando a ser poetas malditos en una época en que estos solo existen en las enciclopedias y en tesis de posgrado.
Es ahí donde el humor y el exquisito gusto de Jarmusch, su infalible sentido de lo cool , trabajan en su favor: para él esta historia de amor que ha abarcado años, décadas y siglos es también la de incontables modas, tendencias, y culturas; de ahí que no pueda medirse en cuanto a grandes gestos y dramatismo. El que quiera una historia de vampiros "a la antigua", mejor que revise la filmografía de Christopher Lee. Lo que estos amantes se han construido es un extraño entramado de eternidad. Uno que se mide en hábitos que se han vuelto comunes, en actos de discreta complicidad, en la capacidad de estar "con el otro" incluso cuando se está totalmente solo. Un mundo perfecto que, sin embargo, se triza cuando, perseguida por sus pesadillas, Eve viaja hasta Detroit, y hasta Adam, rompiendo el equilibrio y dejando que el paso del tiempo y las cosas se cuelen por los intersticios, sugiriendo que este amor, este estado ideal, solo puede entenderse a la luz de su propio final.
"Only Lovers Left Alive"
De Jim Jarmusch.
Con Tom Hiddleston, Tilda Swinton y John Hurt. Estados Unidos, 2013,126 minutos