En ese afán corporativista -no confundir con participativo, ni menos democrático- con el que nuestros dirigentes de clubes tranquilizan su conciencia de tarde en tarde, para esta innovadora temporada idearon un sistema clasificatorio para la Copa Sudamericana cuyo criterio selectivo no gira en torno a la competitividad, sino que al descarte.
Si el campeonato hubiese terminado el fin de semana pasado, el cuarto cupo (UC, Iquique y Huachipato ya están clasificados) para representar a Chile en la Copa Sudamericana lo estarían jugando Palestino, Universidad de Concepción, Cobreloa y Unión La Calera, que ocupan el cuarto, sexto, noveno y décimo lugares, respectivamente, en la tabla del actual Clausura 2013-2014.
Contra toda lógica de ciclos de rendimiento futbolístico, de estándar competitivo o de excelencia deportiva, incluso de la manida digna representatividad del fútbol chileno, las directrices dirigenciales han priorizado la cantidad por sobre la calidad, llegando al extremo de que los mejores equipos, cuyo nivel se mide por la totalidad de puntos que acumulan durante la temporada vigente, no necesariamente accederán a los torneos internacionales. Y lo que es más grave: los cupos para jugar en esos certámenes los disputarán incluso los que se ubican bajo el promedio. No son los más malos, es cierto, pero distan bastante de ser los mejores.
¿Cómo se entiende que Colo Colo, el mejor equipo del Clausura sin discusión alguna, se quede sin poder competir en la Copa Sudamericana de este segundo semestre? ¿Cómo puede ser que su cupo sea eventualmente llenado por un club como Unión La Calera, que en el mismo campeonato suma casi la mitad del puntaje? ¿Por qué O'Higgins, Unión Española o Universidad de Chile deben por reglamento resignar sus opciones de clasificar a la Copa Sudamericana porque ya jugaron la Libertadores, y de paso desvirtuar el actual campeonato al emplear formaciones alternativas?
Al otorgar un premio menor a los mediocres, el erróneo criterio democratizador de nuestros dirigentes genera un voluntario retroceso. Que un club compita internacionalmente no puede ser fruto de un articulado que margine a los mejores, por muy excepcional que sea la situación. Si la pretensión es que los clubes de rango inferior logren acceder a torneos superiores, sería casi más justo que se fije un sistema de rotación que le permita a cada club organizarse con antelación y hasta generar un cuaderno de cargos para poder hacerlo.
Seguramente (es esperable pensar) nadie se imaginó lo que está sucediendo, por mucho que la Copa Sudamericana sea considerada aún un torneo complementario o un premio menor. Pero sería razonable, teniendo en cuenta esta experiencia, que alguien en la ANFP haga un llamado a la sensatez deportiva y deje de pensar solo en la conveniencia política de tener contentos a todos.