Seleccionada por el propio pintor, el MAVI nos propone los 60 años de la obra de Ricardo Yrarrázaval. Buena ocasión, pues, para apreciar su evolución. Asimismo, para comprobar que el hombre resulta su casi exclusivo personaje. Y se trata de una visión que profundiza en la psicología de la figura masculina en relación con las variaciones que va sufriendo su época. Así, un certero y primer dibujo de 1953 la representa con los contornos de un realismo decimonónico. Apenas unos pocos años después, la mirada cambia drásticamente. Se hace presente una estructuración con trazos violentos en construcciones y naturaleza; anotemos paisaje al óleo y "Calle de Valparaíso" a tinta. La clave responsable parece hallarse -"Paisaje 2", de 1958- en la admiración por Cézanne. Enseguida, de comienzos de los 60, unos estudios con desnudos a carboncillo nos anuncian sus menos frecuentes representaciones femeninas, cuyos cuerpos voluminosamente sensoriales con frecuencia ya no necesitarán mostrar sus cabezas. Pronto (1965) hacen su aparición en el MAVI aquellas pinturas tan suyas, protagonizadas por bandas horizontales paralelas de una geometría bastante libre, texturas aplanadas y cromatismo de rojos avasalladores. También otro testimonio de esta especia de paisajismo abstracto ofrece aquí esos rectángulos, pero ahora sumado a un par vertical, capaz de convertir el panorama en atisbo de figura pensante. Esta, más o menos desde 1970, se convierte en mucho más reconocible mediante enigmáticos robots humanos, claroscuro onírico, corporeidad hinchada y acento burlesco; por ejemplo, los pastel -técnica típica del artista- "De cuello y corbata", "Con el sombrero puesto". Paradójicamente, alcanzan su cumbre en una imagen femenina ("Los blandos sueños de Elvira") sujeta no sólo a iluminación, sino además a una deformación corporal de indudable carácter surrealista. Sin olvidar el vigoroso elemento pictórico, dos vasos cerámicos de entonces nos ilustran sobre su producción en el ámbito de la escultura.
La década de 1980 trae hombres figurativos y cotidianos, impecablemente vestidos, aunque de fisonomías borrosas y en actitud de desplazamiento. Estos dos últimos rasgos parecieran retratar la fragilidad, las inquietudes mercantiles del mundo empresarial; así, tenemos, ante todo, el vital "Relaciones multilaterales" y "Circuito cerrado". Tampoco faltan de ese tiempo la belleza clásica de una furtiva mujer vista de espaldas y una escultura en madera torneada con algo de tótem y de pieza de ajedrez. A partir de 1990, en cambio, se desemboca en los arquetipos humanos definidos con genuina austeridad formal, monocromos o casi desprovistos de color y marcados por una clara concurrencia gráfica. Las pinturas digitales inauguran el nuevo siglo. Llevan sobre todo a una síntesis esencial de solitarias cabezas varoniles, con frecuencia de perfil, ejecutadas con unos cuantos trazos elementales con bastante de pixeles y envueltos por esas enigmáticas luces sutilmente fosforescentes, propias de la tecnología electrónica. Estos trabajos posteriores de Yrarrázaval ostentan, una vez más, el sello habitual de una personalidad introvertida, fuerte e inconfundible.
Durero, el Renacimiento penetrando la sensibilidad gótica¿Quién podría compararse siquiera a Alberto Durero (1471-1528) como dibujante? Tal vez, cuatrocientos años más tarde, Toulouse-Lautrec en la representación del movimiento. Y es esa grandeza lineal la que podemos comprobar por intermedio del amplio conjunto de grabados que nos presenta la Corporación Cultural de Las Condes. Dan vida a cada una de las estampas expuestas los meandros ojivales de la negra línea figurativa, en asociación quizá amorosa con el soporte en blanco. Así vemos cómo ambos se abrazan, juegan, se agreden, se acercan, se alejan con imperio, con timidez, precipitando espacios, planos, volúmenes, sombras y luces de la más variada intensidad. Campea en estas estampas, no siempre de nitidez permanente, un espíritu renacentista que no reniega de la importante savia gótica que lo nutre. Aquí, la imaginería religiosa se entremezcla con la existencia terrena. Se nos muestra el Verbo Encarnado siempre tratando de redimir al hombre y sus ingratitudes siempre perdonadas. Protagónico también resulta el entorno natural -naturaleza y arquitectura-. Desfilan, pues, esos animales plenos de vitalidad y encanto descriptivo, desde liebres y perros hasta el ciervo y el caballo percherón. A ellos se unen edificios góticos medio ruinosos o la simetría perfecta de flamantes interiores observados en Italia. Blancos y negros, sin necesidad de otra compañía, plasman series de grabados en madera o buril sobre cobre. Por ejemplo, la completa reseña visual sobre la "Vida de la Virgen".
"Retrospectiva de Ricardo Yrarrázaval"
Más de 100 obras dan cuenta de la trayectoria de uno de los grandes de la pintura en Chile.
Lugar: Museo de Artes Visuales (MAVI).
Fecha: hasta el 15 de mayo.
"Durero, maestro del Renacimiento en Chile".
La oportunidad de ver grabados del mayor dibujante de la historia.
Lugar: Corporación Cultural de Las Condes y Espacio Abierto de Fundación Itaú (Apoquindo).
Fecha: hasta el 25 de mayo.