Ha surgido un debate sobre la profundidad de las transformaciones que el gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet está encabezando. Los conceptos del senador Quintana, las respuestas del Gobierno, los emplazamientos del senador Walker, en definitiva, la división en la Nueva Mayoría sobre la profundidad y extensión del programa de gobierno es imprescindible abordarlos y aclararlos.
El contrato: La Presidenta ha utilizado este concepto para enfatizar su compromiso con el programa. Ella sostiene, con toda razón, que tiene un compromiso con la mayoría que la eligió, pues ella -en sus diversas campañas- se comprometió con una transformación del país en una orientación de mayor justicia social y libertad. El pueblo respondió mayoritariamente a esa propuesta, y, a partir de esa respuesta, se ha establecido un compromiso formal y de fondo entre la Presidenta de la República y la abrumadora mayoría ciudadana.
La mayoría: La coalición política que reemplazó a la Concertación, denominada "Nueva Mayoría", acompañó a la candidata en su propuesta programática frente a la ciudadanía. Aun más, en sus reiterados recorridos por el país durante su campaña, la Presidenta le pidió al pueblo que no solo la respaldara, sino que apoyara su lista parlamentaria para obtener las mayorías necesarias y así cumplir con el programa. Ese objetivo se logró y hoy el gobierno de la Presidenta Bachelet en comparación con los anteriores de la Concertación, incluido el de ella misma, posee una sólida mayoría en ambas Cámaras que le permiten cumplir su contrato. Es decir, realizar el programa.
Los acuerdos: La derecha frente a esta situación lanza una ofensiva comunicacional reiterando conceptos como la aplanadora", "el ninguneo" y la falta de consideración del Gobierno y su coalición con respecto a sus planteamientos. La respuesta de la Nueva Mayoría y el Gobierno es que se está dispuesto a dialogar, a escuchar y a concordar con la derecha, pero con una condición: que todo lo anterior se hace en función del cumplimiento del programa.
Lo que tenemos que entender, de una vez por todas, es que la regla democrática esencial, una vez consultado al soberano, es que la mayoría manda, obviamente con respeto a las minorías. Pero esta afirmación, de una obviedad absoluta, en el Chile de los últimos 25 años, parece olvidada.
El programa de gobierno y sus cuatro reformas principales -la Nueva Constitución, reforma educacional, reforma tributaria y la reforma laboral- no constituyen un capricho del Gobierno y la Nueva Mayoría, sino la expresión de la voluntad del ciudadano a través de la elección de Presidente de la República y del Parlamento, que en sus respectivas campañas, les ofrecieron al país este camino. La derecha tiene que entender que su propuesta es minoritaria, y, en consecuencia, no puede pretender minusvalorar, disminuir y/o atenuar el contrato entre la Presidenta y el pueblo.
Para la Nueva Mayoría el desafío es cumplir dicho programa, respaldar a la Presidenta y el Gobierno; y la mejor estrategia para ambos objetivos, es avanzar consolidando. Las consignas de avanzar sin transar y de transar sin parar no ayudan. El contrato de la Presidenta y de la Nueva Mayoría se cumple si se avanza consolidando.