En este docu-reality -"El gran truco", estrenado anoche por Canal 13- una persona es largamente engañada con el objetivo de solucionar el problema de otra. Se trata de conflictos de relaciones, en que se requiere cambiar la actitud de alguien frente a algo. Para ello se pone en marcha un sofisticado engranaje que funciona lo suficientemente bien como para lograr esta transformación y, de paso, brindar una hora de entretención televisiva.

El capítulo mostrado anoche se centró en la historia real de Matías Quiroga, un joven de 18 años que no se atreve a contarle de su bisexualidad a su padre porque este ya ha mostrado su rechazo hacia la diversidad sexual. Para ayudarle, aparecen Eduardo Fuentes y compañía con una gran cantidad de recursos técnicos y humanos. Todos se ponen en la tarea de crear situaciones ficticias que envuelven a este papá. El señor Quiroga empieza a vivir situaciones inverosímiles que incluyen a su ídolo, el ex futbolista "Coca" Mendoza, y que lo llevan a que, en el momento en que su hijo se sincera con él, su actitud es abrazarlo y decirle "eres mi hijo regalón y voy a seguir queriéndote".

¿Manipulación? Sí. ¿Engaño? También. Pero en la escena final a nadie le importa porque están todos emocionados: desde ese momento, Matías y su padre inician una relación basada en la verdad. Y este último no se muestra molesto por el gran timo de que fue víctima. Al contrario. Lo agradece. Y más aún si la producción del programa le regala unos días de relajo a toda la familia en un resort de Olmué.

El programa convierte al espectador en cómplice del montaje. Lo urdido está compuesto de tantos detalles que podría venirse abajo ante cualquier descuido. Se logra transmitir el nerviosismo del equipo y de la persona que solicitó la ayuda. "El gran truco" logra la identificación del televidente con la causa del protagonista y eso ayuda a que la trama se siga con interés. Pero, todo está construido sobre una base precaria. Si la persona engañada se siente pasada a llevar en su intimidad, no habrá final feliz para nadie.