La historia es muy similar a la de la serie "El reemplazante": un curso de un colegio particular subvencionado, en una comuna popular de Santiago, se prepara para dar la PSU. Los profesores se esfuerzan en motivar a los alumnos, pero cada mañana los atrasados forman filas enormes. Son jóvenes que no ven en la educación que reciben una posibilidad de cambio. Algunos se atreven a aspirar a una vida mejor, pero saben que la realidad amenaza esos sueños. La diferencia es que ahora los protagonistas son escolares de verdad. Esto no es una serie de ficción sino un docu-rreality .
Realizada por Parox, la misma productora de "El reemplazante" -y exhibida por TVN desde anoche-, "Cuarto Medio" tiene una narración ágil, con momentos de humor y personajes queribles. Es menos oscura y menos violenta que la serie, pero su trasfondo es mucho más feroz.
En esta historia de "pingüinos" reales está todo el abanico arquetípico de las series juveniles. El joven esforzado y "mateo" es Carlos. Se saca puros "sietes" desde la básica, se levanta antes de las 6 AM para llegar al colegio. Sus padres gastan un tercio del sueldo para pagarle un preuniversitario. Su sueño es estudiar Ingeniería en la U. de Chile y lograr a un trabajo que le permita tener un dormitorio para él solo, como él mismo relata, mostrando la habitación que comparte con sus papás y sus dos hermanos. Llega el día del ensayo de la PSU y Carlitos saca 566 puntos en Matemática y 530 en Lenguaje.
Con historias como ésta "Cuarto Medio" le pone nombre y apellido a varios de los problemas que aparecen a diario en el debate por la educación en el país. Y deja claro que el tema de la calidad es urgente y muy complejo de solucionar. Carlos hace todo lo que el colegio y sus padres le piden, lo da todo. Pero no es suficiente.
El programa tiene la virtud de centrarse en ciertos personajes que son emblema de distintas situaciones: la cesantía juvenil, la inseguridad adolescente, la falta de orientación. Pero también aparecen la alegría, el entusiasmo y las ganas de vivir. El relato es ágil, atractivo, y con un buen manejo audiovisual y de los recursos de posproducción. No es casualidad que su directora, Katherine Harder, sea una joven de 25 años recién salida de una escuela de Cine. Es un programa que puede aportar al debate que viene.