Colo Colo está ganando con total propiedad el campeonato dentro de la cancha, pero Blanco y Negro está perdiendo una batalla aún mayor y más valiosa afuera de ella. Lo sucedido con los fuegos de artificio el domingo pasado en el Monumental, una acción provocadoramente concertada, refuerza la condición de voluntaria fragilidad que siempre han tenido las medidas preventivas o de seguridad que se adoptan en los estadios cada vez que son ejecutadas por los clubes, en especial los albos y Universidad de Chile.
Es evidente que para un grupo de hinchas el exitoso rendimiento del equipo colocolino no es suficiente. Que sus diferencias con Blanco y Negro son consustanciales con la existencia de la sociedad administradora y que bajo ese pretexto se justifica toda acción desestabilizadora o demostrativa del poder de la barra. Si hasta hace unos meses el leit motiv fueron las desastrosas campañas futbolísticas, hoy el discurso nuevamente se ha volcado a esa suerte de enajenación que vivió el club, dicen los rupturistas, comandada por quienes constituyeron la sociedad anónima deportiva luego de la ominosa bancarrota, lo que trajo aparejada una pérdida de beneficios varios para muchos e ingresos fijos para los líderes. En ese derrotero, el estado de incidente permanente está garantizado.
El fenómeno puntual no es difícil de leer porque no tiene tantas capas de profundidad ideológica, y tampoco parece ser complejo de neutralizar si hubiera voluntad política. El problema es que ByN no tiene ninguna intención de establecer un régimen de prevención, disuasión o de persecución contra estos hinchas que transgreden las normas, porque en estricto rigor no tiene la competencia, en el amplio sentido del concepto, para hacerlo y porque internamente sostienen que los gobiernos de turno tampoco están dispuestos a abrir flancos que dañen su imagen a nivel popular mientras el problema no alcance índices de riesgo social.
Entrampados en esta maraña de (des)intereses cruzados, con una mesa directiva de la ANFP impávida, displicente, como si se estuviera hablando de un club del fútbol paquistaní o de los hinchas de Sumatra, ByN tiene que atenerse, sean o no efectivas, a medidas paliativas y de parche que instruye la Intendencia, como disminuir el aforo del Monumental a 30 mil espectadores, propias de la doctrina del sofá de don Otto.
Es penosamente sintomático que los que mandan en ByN, y también los mandatados para hacerlo, justo ahora que tienen el título en sus manos, que estructuran un plantel con un auspicioso futuro competitivo y, sobre todo, que han recuperado el poder de convocatoria y el apoyo de la masa colocolina, no aprovechen el envión para ejecutar un vigoroso plan que por lo menos impida el acceso de hinchas indeseables. Contrario sensu : lo que ha hecho ByN hasta el pasado domingo es demostrar que no les interesa la calidad del espectáculo fuera de los márgenes de la cancha del Monumental. Y al que no le guste, que se las arregle como pueda.