La Orquesta Sinfónica Universidad de Concepción comenzó su temporada 2014, el sábado pasado, con una suerte de concierto Nº 0, al que tituló "Bienvenidos a la música", con un programa muy similar a los de las tradicionales veladas de Año Nuevo en Viena: obras decimonónicas, breves y "oreja", de esas que hacen que el público tamborilee, mientras se sonríe en feliz reconocimiento de un terreno familiar. Pero, como demostró el director chileno Paolo Bortolameolli, ese repertorio, si se lo entrega con seriedad y estudio, no tiene por qué ser sinónimo de amenidad ligera. Bortolameolli, que en enero ya hizo la Novena de Beethoven con el mismo conjunto y con el que tiene evidente empatía, encontró matices, impuso énfasis, detalló fraseos y manejó los tempi redescubriendo obras que, por demasiado conocidas, apenas si se les pone atención.
El concierto comenzó con una selección de la exquisita "Sueño de una noche de verano" de Mendelssohn, que incluyó la Obertura, el Nocturno y el Scherzo; en este último destacaron las maderas que hacia el final hacen contrapunto con el resto de la orquesta, pero van quedando desnudas y se convierten en totales protagonistas.
Luego, "Introducción y Rondó caprichoso" de Saint-Saëns, con el violín solista de Felipe Muñoz, flamante ganador del IV Concurso musical para jóvenes talentos. A sus 19, Muñoz muestra gran carisma y musicalidad, con una técnica, si no madura, en decidido progreso, y director y orquesta supieron acompañarlo en su arrojo expresivo.
La segunda parte incluyó valses y polkas de Johann y Josef Strauss -la "Pizzicato-Polka" especialmente bien servida- y terminó con la obertura de la opereta "El murciélago". Tal como en los conciertos vieneses, Bortolameolli no esperó a que terminaran los aplausos para arremeter con los encores : la Danza húngara Nº 6 de Brahms y la Marcha Radetzky, de Johann Strauss padre, que es, por tradición, el final para estas tocatas para recibir el Año Nuevo. Pero Bortolameolli apuró al final, con una orquesta atenta y reactiva, e imprimió sabio sentido del humor a esta marcha que los chilenos, más que los mismos austríacos de hoy, conocemos por su carácter militar y regusto de cadena nacional en tiempos de la dictadura.
Un concierto al estilo vienés, a orillas del Bíobío, y con una orquesta y director que, juntos, consiguen un sonido que hace prever muchos y mayores desafíos.