Frutillar
Hay que dar gracias a los dioses. A los griegos.
En un homenaje a Georges Moustaki, Marta Contreras Cáceres (1951), la chilena que fue su musa y su amor, finalmente tuvo un concierto a su altura en Chile. Así celebró este año, en el Teatro del Lago de Frutillar, su ya tradicional “Noche griega” la Fundación Mustakis.
Invocada Caliope, musa de la poesía épica, inspiradora de Homero, Marta devino también en una suerte de musa posmoderna que a sus 60 y tantos es capaz de comunicar una vida interior que se energiza con la música y que se sabe parte de un universo superior. Es esa idea, ese “ser parte” de algo trascendente, lo que ella organiza como un evocador espectáculo audiovisual, apelando a la cultura remota que está detrás de las palabras, las notas y las imágenes.
Así, las perennes musas de la música, la danza y la tragedia traspusieron los siglos para venir al sur del mundo a hablarnos de libertad, del mar Mediterráneo, de belleza, de los juegos del amor y de los momentos que no debemos dejar pasar.
Los textos de Georges Moustaki y sus partituras se reencuentran en la voz y la personalidad escénica de Marta, que con su registro amplio que, cierto, ya acusa el paso del tiempo y una gestualidad propia muy determinada, asume la tarea de ser canal sin abandonar ni por un instante su yo. Resulta así una médium que transforma los procesos creativos y que los vuelve a la vida reencarnados en su propio material.
Ella está ahí, plena y feliz sobre la escena, a ratos con la memoria elusiva, cautiva por el arte, atomizada en un mar de sonidos, representando con fasto nostálgico a la
chansonniere, pero, fundamentalmente, hablando desde su fino mundo interior, conectado con esos dioses a los que invoca (Apolo salió a su encuentro más de una vez); con Georges Moustaki, el hombre al que amó y con el que también tuvo diferencias; con ese cruce de culturas en el que están encadenados Alejandría, Atenas, París y Valparaíso, y con las estrellas y su rumbo, de donde extrae la fuerza para seguir adelante.
Sí, ella es una gran artista. Y una que Chile apenas conoce.
Vestida de blanco, grandes tacones y plumas en la cabeza, Marta Contreras conquista. Arremete con “Le Métèque”, encanta con “Il y avait un jardín”, sufre suavemente en “Pourquoir mon Dieu”, se transfigura y libera en “Mylord”. La voz adquiere consistencia a medida que el concierto avanza y alcanza su gloria en el poco conocido y estremecedor “T’est beau tu sais”, de Moustaki para Edith Piaf, y dos obras extraordinarias de las que ella misma es compositora y autora, “J’en Luis” y “Estrellas 2014”.
La fiesta continúa con el griego Christos Papadopolous (voz, bouzouqui y baglama), artista notable que deslumbra con su digitación y dueño de un poder que enardece y hace bailar a la audiencia. Con ellos, solo grandes músicos: Simon Schriever (guitarra), Lautaro Quevedo (orquestación y piano), Marcelo Córdova (contrabajo), Carlos Cortés (batería), Daniel Ángel (acordeón), Esteban Sumar (bouzouki) y Andrés Pérez (saxofón y flauta). El sonido fue de la experta Loretta Nass, mientras que el diseño audiovisual, una poética y sugerente ilustración del ensamble de culturas y afectos involucrados, fue obra de Christian Godard. Se contó, nada menos, que con obras de Alekos Fassianos (1935), notable artista griego que en su pintura plasma la sensualidad, la libertad y el goce natural del día a día. Lo mismo que Marta Contreras quiere transmitir.