En las últimas semanas algunos connotados dirigentes de la Nueva Mayoría, afortunadamente pocos aunque influyentes, han calificado el programa como dogmático y la relación de la Nueva Mayoría con el movimiento social como una nueva beatería.
Vamos por parte, el programa tiene la mayor legitimidad democrática de propuesta alguna desde 1990. En primer lugar, la candidata Bachelet triunfó en la primaria del 30 de junio pasado, sosteniendo las bases esenciales de nuestro programa, es decir, la nueva Constitución, la reforma tributaria y la reforma educacional, entre otros. Esa propuesta concursó con otros tres programas, el programa de Bachelet obtuvo el 73% de los votos en esa gran primaria.
En segundo lugar, la candidata Bachelet convocó al conjunto de las otras candidaturas para que, a partir de los contenidos legitimados por el pueblo, dicho programa se enriqueciera con los aportes de las otras candidaturas. Frente a ese desafío, respondieron Orrego y Gómez, mientras que Velasco optó por marginarse de la Nueva Mayoría y crear una fuerza política propia.
En tercer lugar, ese programa con el liderazgo de Bachelet y representando al conjunto de la Nueva Mayoría recibió el 47% de respaldo ciudadano en la primera vuelta con 9 candidatos y a una distancia de 22 puntos con respecto al segundo lugar que lo obtuvo la derecha; pero además ese programa en segunda vuelta obtuvo el 62% de los votos ciudadanos. En cuanto a legitimidad, no hay dogma alguno.
Por otra parte, los aspectos centrales del programa constituyen las convicciones esenciales que permiten la existencia de la Nueva Mayoría. Nadie discute que la nueva Constitución debe a lo menos cambiar el sistema binominal por uno proporcional, rebajar los supraquórums que impiden las reformas y terminar con el concepto de Estado subsidiario, que es la base filosófica de la economía neoliberal.
Nadie discute que la reforma tributaria, para alcanzar la recaudación necesaria, debe contemplar a lo menos la eliminación del FUT y el aumento del impuesto de primera categoría a las empresas de 20% a 25%.
Nadie discute que, la reforma educacional a lo menos, debe contemplar el aumento de la cobertura en el subsistema preescolar con la creación de 4.500 salas cuna y 1.200 jardines infantiles. Nadie discute terminar con el financiamiento compartido y con aportes públicos para establecimientos de cualquier nivel que persigan fines de lucro y, finalmente, nadie discute alcanzar la gratuidad de la educación superior en 4 años, para a lo menos los 7 primeros deciles.
Finalmente, en materia de programa, los críticos deben observar que es el programa construido el que permite la existencia de la Nueva Mayoría, superando a la Concertación, que dejó de ser mayoría. Solo el programa y su aplicación permite la mayoría parlamentaria, esta última inédita desde 1990, y finalmente solo el programa permite que trabajen juntos: Walker con Teillier, Cortázar con Navarro y José Pablo Arellano con Camila Vallejo.
Con respecto a la acusación de beatería de nuestra coalición con los movimientos sociales, es solo la búsqueda de un equilibrio en la relación de nuestra antigua coalición con el mundo social. Durante nuestros 20 años privilegiamos la relación con la Sofofa, Icare y Enade; para algunos eso no era beatería. La nueva relación de la Presidenta, el Gobierno y la Nueva Mayoría con los movimientos sociales, que representan a la inmensa mayoría del país, no es otra cosa que restablecer los equilibrios en el diálogo del mundo político con el amplio mundo social.
Por lo tanto, el programa no es un dogma y la relación con el emergente mundo social no es beatería.
Francisco Vidal