Es cierto que muchos de los actuales futbolistas de Colo Colo son los mismos que hace unos meses no daban pie con bola y que eran protagonistas de la contrahistoria alba, esa de números negativos en la cancha y en la Bolsa, campañas impresentables de local y rendimientos generales misérrimos. Son ellos los que debieron soportar los embates de la hinchada, las humillantes burlas de los archirrivales y los juicios infernales de la prensa.
Es indesmentible también que algunos se cebaron a la hora de criticar el rendimiento de Colo Colo en sus jornadas más tristes. Puede que a Carlos Caszely, Leonardo Véliz, Leonel Herrera, Patricio Yáñez o Marcelo Barticciotto se les haya pasado la mano cuando al equipo le ganaba cualquiera en el Monumental y era más rápido encontrarlo en la tabla empezando desde abajo. Pero es razonable que sus dardos, cargados de impotencia, fueran dirigidos a los jugadores, al técnico de turno o a los dirigentes. Porque los históricos, ante todo, son hinchas. Y opinan como tales.
Pero lo triste de esta anécdota es que los jugadores de este renovado y ganador Colo Colo ya dieron alguna señal de que con los triunfos la revancha no solo será futbolística. Por de pronto, hicieron saber que les pasarán la factura a los históricos. Algunos lo van a hacer con desprecio, como ya lo hizo Gonzalo Fierro al ningunear a Caszely (varios nos preguntamos quién es Fierro para ignorar a Caszely, pero el ejemplo es ilustrativo), y otros como José Pedro Fuenzalida dejarán sembrado el ánimo vengador: “En el camarín sabemos quiénes hablaron…”.
Pedirles hoy a los resucitados cracks que comprendan que con indignación y pena se pueden decir tantas dolorosas verdades como colosales barbaridades, parece una utopía. Porque si bien aún no ganan nada, como afortunadamente bien lo sabe Héctor Tapia, estas conductas hacen prever que en este Colo Colo la modestia no surge como una virtud basal, e impostarla cuando la disposición es al desquite, resulta una misión imposible.
La misma grandeza que en este caso no han tenido los jugadores de Colo Colo para proyectar sanamente su presente y entender su pasado, es la que le faltó a Manuel Pellegrini para admitir que Barcelona venció al Manchester City con total justicia. El técnico le hizo un pésimo favor a su prestigio queriendo justificar una derrota debido a un fallo referil de una fineza fotográfica, pero también muestra una faceta que no le es desconocida: en su ánimo de proteger a los suyos, y además a sí mismo, desdeñó el valor del oponente, como si hacerlo fuera una transgresión (más aún si se trata de uno de los dos mejores equipos del mundo).
Se puede comprender que la ausencia de grandeza hoy esté presente en el plantel de Colo Colo cada vez que se le recuerda su pasado cercano. Es casi un pecado venial. Lo inentendible es que las declaraciones de Pellegrini carezcan de la suficiente nobleza, aquilatando todo lo que él ha vivido en el fútbol
Hugo Marcone