Muchos de nuestros más importantes edificios republicanos fueron producto de concursos, y en general con buenos resultados; pero con el tiempo la institucionalidad del concurso público se había desprestigiado, sobre todo por el afán pragmático y burocrático de nuestras reparticiones públicas. Hoy, sin embargo, y como en los mejores países del mundo, en Chile progresivamente las obras públicas de arquitectura y paisajismo vuelven a ser fruto de concursos abiertos. En los últimos años han surgido así excelentes proyectos para la recuperación del Palacio Pereira, la ampliación del Museo Histórico Nacional, la remodelación del Eje Bulnes, el Parque de la Ciudadanía en el Estadio Nacional y los centros culturales ex Cárcel de Valparaíso y Gabriela Mistral, entre otros.
En democracia, los concursos sirven tanto al progreso y embellecimiento de la ciudad como al desarrollo de su arquitectura. Tal vez más importante, también son para establecer un vínculo orgánico entre sociedad y ciudad gracias al debate público. Una institucionalidad sana promueve el concurso sin restricciones de acceso, alentando la participación de arquitectos jóvenes, pues satisface así los propósitos superiores de calidad, innovación, igualdad de oportunidades y transparencia.
Se acaba de anunciar el resultado del concurso internacional de arquitectura para la futura Torre Antena Santiago, estructura que reemplazará el azaroso conjunto de antenas de radio y televisión que por décadas ha ocupado la segunda cumbre del cerro San Cristóbal. Participaron 59 equipos; catorce eran extranjeros. El jurado escogió para el primer lugar un proyecto que resultó ser del joven arquitecto chileno Smiljan Radic, cuya notable carrera ya le reporta reconocimiento afuera.
Por su tamaño y ubicación, se espera que la Torre Antena Santiago no solo resuelva los requisitos de las telecomunicaciones de la ciudad en el umbral de una nueva era de transmisiones digitales, sino que sea un lugar atractivo y se convierta en uno de nuestros íconos urbanos. En este sentido, la mayor virtud de la propuesta de Radic y su equipo es la sensibilidad paisajística con que se ha propuesto una estructura de 140 m de altura instalada sobre la cumbre de un cerro que es visible desde toda la ciudad. Se trata de una construcción audaz, que asombrará al visitante, y al mismo tiempo con una extraordinaria levedad que evita expresamente competir con el marco natural del Parque Metropolitano o imponerse en forma avasalladora sobre el horizonte de Santiago. Éste era, en realidad, el mayor desafío de una obra de tal magnitud en un lugar tan conspicuo y delicado.
Ahora solo cabe esperar que las autoridades lleven rápido este proyecto a la realidad, y que la única antena inmune a este nuevo escenario, situada junto a la Virgen del cerro San Cristóbal y que es propiedad del Arzobispado de Santiago, sea también desmantelada al mismo tiempo que lo serán las demás.