Este es un año muy particular en lo que a los premios Oscar se refiere. De las nueve cintas que en 2014 están nominadas a mejor película, quizás la más débil sea "Gravedad", pues pese a no ser la cinta que todos pusieron en las estrellas, igual merece reconocerse como exquisitamente imaginada y lujosamente filmada. Esto nos ha permitido tener una cartelera extraordinaria durante el verano, en especial en enero y febrero, que ya es la fecha tradicional en que llegan a Santiago las postulantes a los premios de la Academia.
El jueves se estrenó "12 años de esclavitud", del director británico Steve McQueen, un hombre que antes de llegar al cine ya poseía un prestigio propio como artista visual (con una obra que contenía muchos cortos experimentales) y que hoy, con tres largometrajes de ficción, se ha ganado un lugar como un director que merece seguirse con toda atención. "Hunger" (2008), su primer largo, relató con frialdad, dureza y quizás demasiada estética las condiciones en que vivían encarcelados en Irlanda del Norte los miembros del IRA en 1981. Con "Shame", uno de los mejores estrenos que recibimos el año 2012, McQueen puso en escena a Michael Fassbender como un adicto al sexo en una Nueva York tan laberíntica como su propia siquis. "12 años de esclavitud" viene a demostrar que estas dos cintas de McQueen no fueron las aventuras de un tipo bien asesorado, sino el trabajo de un director riguroso y exigente, sensible y con gran poder de reflexión.
Como bien se conoce, "12 años..." está basada en las memorias de Solomon Northup, un hombre libre que en 1841 tenía una familia, tres hijos y trabajaba como violinista en Saratoga Springs, en el estado de Nueva York. Pero entonces dos "artistas de circo" le ofrecieron trabajo en Washington DC, donde, mediante engaños, fue secuestrado, encadenado y luego trasladado al sur. Allí vivió como esclavo por 12 años, sin tener siquiera acceso a un papel para escribir una carta, hasta que mediante arriesgados mecanismos logró ser rescatado por sus amistades de Nueva York.
McQueen relata esta odisea de manera seca, sin mediar sentimentalismos o romanticismos, como si se tratara de una película de acción o un western , cuya historia genera tal preocupación y suspenso por el destino de Solomon (interpretado brillantemente por el inglés Chiwetel Ejiofor), que casi no parece detenerse en los horrores por los que transita. Pero esta frialdad es solo aparente. McQueen filma cada humillación y castigo a los que es sometido Solomon, o cualquiera de los esclavos que están en su compañía, con un detalle y una precisión que terminan por trasmitir al espectador, quizás como nunca antes lo ha hecho una película, las verdaderas dimensiones -cotidianas, sistemáticas e industriales- de la esclavitud.
Así, somos testigos de los miserables baldes que les entregaban para asearse, de las barracas donde dormían apiñados, de las torturas y golpes para someter su voluntad, de los contantes abusos sexuales sobre las mujeres, de la separación de los hijos de sus madres, de los latigazos diarios cuando un "negro" no lograba cumplir, por ejemplo, con cierta cuota diaria al recoger algodón, de cómo eran ahorcados sin juicio ni proceso alguno y, en general, de todas las implicancias concretas del sistema de la esclavitud, que consideraba a las personas como una propiedad, lo que significaba que podían comprarse, venderse, arrendarse o hacer con ellas lo que se deseara.
En ese sentido, McQueen no se engaña respecto de que existían algunos patrones más "buenos" que otros, porque más allá de que existieran -como lo atestigua la experiencia de Solomon-, ello no modifica la realidad de que la ley que sostenía la esclavitud era perversa y totalmente injusta, ciega a los más mínimos principios morales. Mediante las contantes invocaciones a la Biblia hechas por los mismos patrones que después tomaban el látigo contra sus esclavos, McQueen refuerza la hipocresía en que se basaba el sistema. Mediante la presencia de una naturaleza espléndida, pero indiferente, nos entrega la sensación de que el mismo Dios es insensible al destino de sus hijos.
Gane o no finalmente el favor de la Academia, "12 años de esclavitud" es una película brutal, que no cae en el error de decir que, pese a lo terrible que era todo, igual había personas que hacían el bien, recurso mediante el cual el público podría sentirse consolado. Todo lo contrario: a través de la vida de un hombre nos pone en la piel de lo significó la esclavitud y de cómo lo que pasaba hace 150 años está aún terriblemente cerca y proyecta una sombra de la que hay que hacerse cargo. Porque la esclavitud, al menos de manera oficial, ya no existe, pero el mundo está aún muy lejos de ser un paraíso de justicia.
12 años de esclavitud.Dirigida por Steve McQueen.
Con Chiwetel Ejiofor, Michael K. Williams, Michael Fassbender
Estados Unidos y Gran Bretaña, 2013
134 minutos