En la compleja tarea de nombrar un gabinete que tenga la potencia necesaria para sacar adelante un programa exigente y mantenga los equilibrios políticos, de género, y experiencia versus novedad, Michelle Bachelet optó por privilegiar la cercanía personal y la fidelidad.
Nadie duda de la confianza que la Presidenta electa tiene en Rodrigo Peñailillo o en Alberto Arenas, tampoco de sus capacidades, pero ciertamente otros nombres podían exhibir mejores credenciales en materia de experiencia y redes para ocupar las carteras de Interior y Hacienda.
Ambos asumen ahora el desafío de demostrar, a poco andar, que están allí porque tienen todas las hechuras para desempeñarse en el cargo y no porque son incondicionales a Bachelet.
En otras carteras complejas, en cambio, Bachelet tomó menos riesgos. Es lo que sucede con la Cancillería, donde Heraldo Muñoz tiene sobrada experiencia para enfrentar situaciones delicadas; Energía, cartera en que la probada capacidad de Máximo Pacheco puede ser un aporte para desatar el nudo gordiano del abastecimiento energético; e incluso Educación, donde si bien nadie la tiene fácil, Nicolás Eyzaguirre no carecerá del carácter, la fuerza y la inteligencia -esperemos que también la prudencia- para intentar salvar decorosamente el desafío más difícil del gobierno.
Tampoco puede extrañar que José Antonio Gómez vaya a Justicia, aunque sea repetirse el plato, o Jorge Burgos a Defensa, donde podrá desplegar sus conocimientos del sector. Alberto Undurraga debiera hacer un buen papel en el MOP, y lo de Javiera Blanco en Trabajo es más arriesgado por la complejidad de la cartera, no así por la capacidad política de la flamante ministra.
En otras carteras, entre las que pueden nombrarse Desarrollo Social, Minería, Deportes, Bienes Nacionales, Sernam y Cultura, Bachelet optó por personas sin mucha experiencia, pero probablemente cercanas a ella.
En materia de equilibrios, el gabinete cumple con la tradición de tener en los tres ministerios políticos de La Moneda a un representante del PPD, Peñailillo; un PS, Elizalde, en la Segegob; y Ximena Rincón (DC) en la Segpres, aun siendo ella senadora. No hay que subestimar la experiencia de la nueva ministra, cuya carrera política recibe un espaldarazo de la Presidenta electa, lo que no sabemos si le gusta mucho a la directiva de su partido.
Hay que consignar también que, por primera vez desde el año 1973, una militante del Partido Comunista integra el gabinete: Claudia Pascual en el Sernam.
Aunque resulte anecdótico, hay que agregar a las cosas que se le perdonan a la Presidenta electa el que se haya lamentado de no lograr la paridad de género (14 hombres y 9 mujeres), como si no estuviera en sus manos haberlo hecho.
En Economía, Vivienda, Salud, Transportes, Agricultura y Medio Ambiente, Michelle Bachelet optó por técnicos y personas de experiencia en el área, y estará en sus manos manejar las complejidades propias de sus carteras y adquirir el peso político que se requiere para tener una gestión exitosa.
Da la impresión de que Michelle Bachelet, en su segundo período presidencial, se siente con el poder suficiente para volver a intentar lo que trató de hacer el año 2006 al nombrar su primer gabinete: prescindir de la opinión de los partidos políticos que la apoyan para formar un grupo ministerial de su total confianza. En esa ocasión -gabinete ciudadano se le llamó-, el intento fue fallido y duró poco. Pero la fuerza relativa de Bachelet frente a la de los partidos de la Nueva Mayoría es mayor.
Aun así, es posible que este equipo no tenga, por falta de figuras de experiencia, la destreza política para sacar adelante una tarea en la cual los chilenos se han formado altas expectativas; siempre está la posibilidad de un déjà vu.