El pleno verano santiaguino no impide que se muestren dos exhibiciones colectivas con autores flamantes. Una, de Galería Artespacio, propone a seis graduados recientes de la Universidad Finis Terrae. Son obras realizadas entre 2012 y 2013. Comencemos por las pinturas. De Camila Alegría tenemos ejercicios numerosos de forma y color, sin anuncios de una personalidad propia. Prometen, en cambio, dos acrílicos suyos sobre madera -N° 5 y 6, con cuadrados concéntricos a la manera de Albers y de otros artistas de entonces- y el atrayente efecto luminoso de la impresión digital N° 10. Cabría agregar, acaso, la pintura que sigue las ondulantes vetas del leño. Algo más individuales en general, los óleos y encáusticas de Matías Osorio ostentan relieves rectilíneos y enmarques igualmente protagónicos. Aquí, dentro del predominio geométrico, dos trabajos se aproximan a volúmenes. La expresividad dramática de Trinidad Rojas exhibe pequeñas aguadas de acuarela en blanco y negro profundo, cuya apariencia de fotografías nos hablan de paisajes con cielos tormentosos. Componen un fluido políptico con algo de serial y, apartándose del plano, una tela en blanco con el proceso ilusorio de absorción de un óleo negrísimo ya solidificado.
Dentro del ámbito escultórico nos coloca Catalina Rojas. El simple procedimiento de soldar grandes clavos iguales, como módulos posibles de variar, no impide la efectividad llena de luz de su díptico constructivo. Aire pop se desprende de los objetos en metal y barro de Marcela Undurraga: utensilios cotidianos diversos, entre escultura e instalación. También Fiorella Angelini instala, pero fotografías y pequeños objetos, los cuales tienden a dispersarse sin lograr la coherencia plástica.
Entrecruce de géneros
El Museo de Artes Visuales muestra los resultados de su último concurso para autores jóvenes. Como es costumbre ahora, abunda el entrecruce de géneros visuales. Cuando eso no ocurre, la pintura se lleva la peor parte. Resultado de una selección entre sus participantes, este conjunto entrega importantes altibajos de calidad; desde luego, algunas ejecuciones no merecían exhibirse. Pero mejor detengámonos en los participantes valederos. Dos de ellos hacen de la iluminación artificial protagonista de sus obras. Así, Benjamín Ossa hasta hace de los amplios focos iluminadores parte constitutiva de su trabajo: una geometría muy libre de arcos abiertos, cuyas sombras y planos cromáticos se proyectan sobre el muro. Fernanda Miranda con su par de círculos irregulares, ya de luz, ya mosaico de plaquitas informalmente pintadas, sabe contraponer floraciones fijas y figuras viscerales cambiantes, vacío blanco y saturaciones multicolores. Otro díptico bien conseguido es el de Javiera Cristi, esta vez veristas fotografías con el contrapunto entre muy jóvenes compañeros de curso, cada uno representativo de extremos de físico humano. Asimismo fotográfico resulta el tríptico de Constanza Vergara que despliega construcciones que transfiguran vulgares amarras plásticas.
Esculturas muy diversas nos proponen Rodrigo Araya, Claudia Gutiérrez y Nicolás Astorga. El primero insiste en su atractivo trabajo expuesto hace poco en la CCU: una especie de colgante aproximación a un intestino grueso de placas de madera al natural, cuyas uniones asimismo con amarras de plástico se truecan en puntas agresivas. Su iluminación interior acrecienta su efecto visceral. Cuatro apretados volúmenes en tela blanca y cierres, que varían su intensidad de acuerdo al concepto que concretan, presenta Astorga; mientras los interesantes objetos cotidianos de Gutiérrez se hallan tejidos a crochet. Más cerca de la instalación emergen las obras de dos concursantes. Así, el dibujo con alfileres de cabeza, de Andrea Trewhela, proyecta sus sombras sobre la muralla, creando una especie de firmamento doméstico. Al igual con la pared como soporte, los aparentemente pedazos arrugados de papel carbonizado y dispuestos en serie, de Josefina Valenzuela, consiguen comunicarnos la idea de muerte. Por su parte, entero a la instalación corresponde la unitaria y valedera contribución de José Ulloa y su "ruina en proceso". Bien desarrollado video que, junto al objetual letrero caminero, nos habla de deseos inconfesados del hombre actual. Para terminar, lástima que Andrea Spoerer discontinuara con una imagen no figurativa su irónica secuencia de un interior de hotel, políptico que salvaguarda la pintura dentro del concurso.
"Objeto material"
Seis graduados de la U. Finis Terrae, suficientemente distintos entre sí
Lugar: Galería Artespacio
Fecha: hasta marzo
"Octavo Concurso MAVI"
Variedad de artistas jóvenes y de resultados
Lugar: Museo de Artes Visuales
Fecha: hasta el 23 de febrero