Podría decirse que esta semana la TV matinal volvió a dar una muestra de su vocación social. No faltará quien crea que detrás de las horas que espacios como “Bienvenidos”, “Buenos días a todos”, “Mucho gusto” y “La mañana en CHV” le han dedicado a la operación de búsqueda de Bastián Bravo hay una muestra de sensible preocupación. Tampoco será extraño pensar que el medio intenta ayudar al trabajo de las policías difundiendo las imágenes del joven desaparecido una y otra vez. Pero donde todos —bienpensantes y malpensantes— coincidirán, es en que en todos estos días más de algún exceso se cometió.
Bastián es solo una de las 11 mil personas que actualmente figuran como desaparecidas en el país, pero su historia se instaló en la esfera pública gracias a la televisión. Fue en noviembre cuando sus padres recorrieron los canales de TV —justamente los matinales— buscando un espacio para llamar a su hijo a volver al hogar o para rogar su devolución a un eventual secuestrador. La Red fue el primero en acogerlos y después vinieron otros más; lo notable es que el canal privado fue el primero en desmarcarse de la cobertura de la búsqueda cuando el caso dio un giro judicial: los padres del joven podrían ser culpables de la ausencia, así como de eventuales abusos contra él y su hermana de 6 años de edad. Nada probado aún, pero sí una sospecha policial que se investiga y que, previo a cualquier condena, ya hizo a un canal recular.
Los controles editoriales no funcionaron a la hora de recibir a los padres y, salvo el caso de La Red, tampoco parecen operar cuando el caso toma ribetes aún más morbosos a ojos de la población. Por el contrario, todos han buscado una fórmula más o menos subrepticia para transformar el puzzle policial en un suceso nacional.
En su primera hora de emisión, esa dedicada a concentrar la información sobre actualidad, los matinales han optado por relevar este caso por sobre otros temas como, por ejemplo, la elección presidencial. En esos minutos dedicados a la orientación de los televidentes, han desfilado por las pantallas síquicos, expertos criminalísticos, siquiatras y móviles que emiten en directo desde los faldeos de los cerros hasta donde se ha trasladado la operación policial.
Familiares y amigos de Bastián han dado testimonios y sumado especulaciones a las que también hacen en el estudio los expertos invitados. Periodistas y conductores han editorializado sus opiniones tratando de hacer ver que este caso tiene, por algún tipo de extensión, relevancia nacional.
Nadie está libre, dirán. A cualquiera le puede suceder, justificarán. Pero a continuación, más que proyecciones sociales vendrán solo conjeturas no siempre fundadas sobre la intimidad de una sola familia: la de Bastián.
La historia de los enigmas policiales cubiertos en tiempo real, durante el proceso de investigación, está llena de errores lamentables para la televisión. Las inconducentes hipótesis en torno al caso Matute, la truculencia del caso del Hans Pozo y la sensacionalista búsqueda del joven excursionista Benjamín Vargas en el cerro Manquehue son ejemplos de la falta de control en la TV matinal.
Y no es solo un problema de control. Es asunto de falta recursos reales para lograr contenidos propios, o al menos de calidad. Porque en la encendida lucha por la sintonía, que tiene en la delantera hace siete meses a “Bienvenidos”, no han ganado necesariamente los contenidos, sino la frescura y jovialidad de un equipo de conducción. Mientras, el otrora líder, “Buenos días a todos” —que en lo que va de diciembre corre tercero en sintonía—, se regocija en la declarada reconversión de buscar la “ayuda social” sin realmente generar cruzadas nacidas de historias reveladas por ese espacio o desmarcadas de lo institucional.
La búsqueda de Bastián, vista desde otra perspectiva, no es más que la pesquisa del sentido de una franja programática que hace rato se perdió en medio de los abusos propios de una mal conducida televisión.