Sólo en la última semana de la prolongada y extenuante temporada electoral pudimos observar un debate televisivo de verdad. Con elegancia y lucidez, ambas candidatas probaron que —sin desmerecer en fiereza— la esgrima femenina puede ser bastante más agraciada que la masculina.
El fuerte de Michelle Bachelet es que hoy enarbola el cambio, la protesta de la calle alimentada por carencias y frustraciones muchas veces reales. No deja de ser irónico que fuese Joaquín Lavín, entonces candidato opositor, quien estrenara tal bandera diez años atrás, la misma que llevó finalmente a Sebastián Piñera a la Presidencia. La debilidad de la candidata de la Nueva Mayoría —como su contendora se encargó de develar— es que su coalición gobernó por 20 años y adoró muchos de los ídolos de los que hoy abjura. La Constitución que pretende enviar al papelero fue celebrada por moderna y democrática por el ex Presidente Ricardo Lagos en 2005. El sistema educacional que se proponen demoler fue edificado en parte por los gobiernos de la Concertación. El sistema tributario que sería reformulado fue defendido por los rigurosos ministros de Hacienda de dichos gobiernos, por ser un buen instrumento para financiar al fisco sin desestimular la inversión. Conminada a dar más detalles de sus intenciones, Bachelet no puede sino recurrir a las evasivas, porque las contradicciones históricas y políticas que despierta su programa son demasiado profundas. Nadie puede extrañarse de que sus anuncios y sus ambigüedades provoquen desconfianza entre tirios y troyanos. Tampoco de que enrarezcan el clima económico, como ha destacado el ministro Larroulet.
La candidata de la Alianza, Evelyn Matthei, fue más eficaz en puntualizar las flaquezas de su contrincante que en destacar los atractivos de su posición. Enrostró con destreza a la ex Presidenta las deficiencias de su gobierno en el Transantiago, la reforma educacional y la emergencia del 27F. Pero, a la hora de precisar cuánto de continuidad y cuánto de cambio contemplan sus planes, sonó ?menos convincente. En cualquier caso, su sobresaliente desempeño en el foro ha ?dado a sus partidarios una poderosa razón más para acudir hoy a las urnas.
Los dados están ya echados. Desde hoy en la noche ambas coaliciones habrán de abocarse a soldar las dañinas fracturas que deja la extendida contienda electoral. A reconocer que Chile está lejos de ser el país fracasado que transmitieron algunos candidatos, que está avanzando en lo económico y lo social, que su situación fiscal no es en absoluto “paupérrima”, como fue descrita por la candidata opositora. Y a aunar esfuerzos para seguir construyendo juntos, con eficacia y realismo, un Chile mejor.