En blanco y negro absolutos, los recortes minuciosos de pliegos dos veces doblado del polietileno de las prosaicas bolsas de basura constituye la materia prima del joven Jorge González Araya. Mediante ésta despliega, en Galería Isabel Aninat, inesperados jardines de ensueño. Allí, fondo y figuras de filigrana se confunden como en un fino encaje y nos cuentan situaciones misteriosas. En principio hacen recordar tanto los grutescos renacentistas, como las figuras recortadas en papel del romanticismo germano o las mexicanas populares. Sin embargo, sus escondrijos sutiles de fantásticos personajes, mimetizados dentro de una vegetación exuberante, y el lírico refinamiento reinante nos conducen a los ámbitos del sueño y de sus deseos enigmáticos. A través de esos desdoblamientos simétricos asoman, duplicados como en un espejo, hombres y mujeres de esbeltez juvenil; tampoco faltan atisbos de animales feroces en los escenarios idealizados.
Mímesis y objetos
Tres fotografías con color y tres vestidos correspondientes a ellas muestra Carolina Ruff en Galería Patricia Ready. Continúan planteamientos anteriores suyos. En cada una de las presentes obras, no lejanas a la documentación de una acción de arte y hasta de un body art, se funden, se identifican realidad e ilusión, artista e institucionalidad, totalidad y detalle. Sin embargo, aunque se trata de las fachadas de arquitecturas célebres, veneradas —e MOMA, la sede principal de la Bienal de Kassel, nuestro santiaguino MAC— la concurrencia humana resulta capaz de hacer valer su concurrencia corporal y anímica. Y que la foto —in situ, entre 2010 y 2013— no deja de registrar. La mímesis, mientras tanto, resulta ayudada por la fidelidad detallista del vestuario bordado con lana. No deja de representar escombros, manillas de puerta ni reflejos de vidrios. Valedera propuesta.
Agresiones, deterioros, fragmentaciones, ocultamientos, desfiguraciones de objetos del diario vivir entrega Livia Marín en la sala grande de la misma galería. Muy numerosos y variados resultan los ejemplares. Parecieran constituir un conjunto de testimonios ambiguos de transformaciones de la fisonomía cotidiana, de subversiones de lo establecido. Tenemos así, mayoritariamente figurativos, desde fotografías de elegantes tazas de porcelana hasta tapas de libros. Si las primeras ofrecen huellas flagrantes de destrucción, a manos de hilos áureos o de grises sombras transparentes, a las segundas el paso feroz del tiempo y del uso les confiere ya una particular individualidad, ya una informalista etapa de desaparición total. También se exhiben pequeños juguetes de peluche escondidos bajo el yeso y el dorado —recuerdan a Jeff Koons—, que los torna enigmáticos; brillantes y violáceos moldes de cerámica más o menos deformados.
Homenaje a Humberto Nilo
A partir de la década de los 70 destacó un artista múltiple, Humberto Nilo. Ligado entonces a los nuevos realistas y, en menor medida, al arte conceptual, más adelante su labor docente lo apartó del circuito de las exposiciones. A él acaba de dedicar la Corporación Cultural de Las Condes una pequeña retrospectiva a su obra en dos dimensiones (cerró a público el 1 de diciembre). Esperamos seguir viendo trabajos suyos. Esta vez fueron gráfica y pintura. Especial atractivo hallamos en los paisajes y en las hermosas e individuales marinas. Ambos temas denotan una amplitud visual que apunta a la esencia de las dos temáticas, yendo mucho más allá de la mera anécdota figurativa. Predominan los novedosos nocturnos y “La isla” brumosa. Por su parte, algunos dibujos realistas —animales ante todo— sirven para demostrar, de un modo directo, su maestría lineal.